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¿Qué quiso decir Toranzo?
Por EDUARDO MARTÍNEZ BENAVENTE
Abril 11, 2010
“Buenos días estimados radioescuchas, estamos en su noticiero matutino con un enlace en vivo desde…piiiiii(1)…, acompañando al gobernador Fernando Toranzo Fernández, quien en… piiiiii(2)… abordará… piiiiii(3)… con destino a… piiiii(4)… donde se reunirá con… piiiiii(5)…”
Al inicio y al final de cada noticiero -si es que se aprueba la “Ley Antisoplones”, o de “información indebida”, que es la denominación con la que se introduce esa conducta delictiva en el Código Penal del Estado- tendría que haber una explicación habitual más o menos en los siguientes términos para que el auditorio entendiera el motivo de las interrupciones: “Disculpe las molestias que los pitidos le ocasionen, pero esto nos permite ocultar información que si la transmitimos estaríamos cometiendo un delito grave”. La versión completa del pequeño fragmento que hemos reproducido podría ser: “Buenos días estimados radioescuchas, estamos en su noticiero matutino con un enlace en vivo desde el aeropuerto Ponciano Arriaga, acompañando al gobernador Fernando Toranzo Fernández, quien en unos minutos abordará un avión con destino al aeropuerto de Tamuín donde se reunirá con el director de seguridad pública de la región huasteca…”, Es obvio que de esta manera se divulga información que puede constituir un alto riesgo para la seguridad del gobernador del Estado, pero que queda eliminado gracias al recurso de evitar que se escuchen sus movimientos y actividades como a continuación explicamos.
La validez de las omisiones estaría plenamente justificada en la descripción del nuevo delito propuesto por Toranzo al Congreso del Estado, pues cada pitido habría permitido evitar que la integridad del mandatario se pusiera en riesgo. El primero, señalado con el número (1), impide que cualquier delincuente que se encuentre entre el auditorio del noticiero sepa la ubicación del gobernador, quien puede estar en Casa de Gobierno, en la Central de Autobuses, en una parada de camión o en el Aeropuerto. El número (2) evitaría que los delincuentes radioescuchas sepan en qué momento emprenderá una actividad el mandatario, pues tras el pitido queda bien camuflado que la acción puede ocurrir en unos minutos, unas horas, unos días. La variedad de opciones encubiertas vuelve más segura la transmisión.
El pitido número (3) permite disimular perfectamente bien que el gobernador viajará en avión, pues tras él pudo quedar oculto que se dijo que abordará un autobús, una suburban, o cualquier otro medio. Con el (4) silbido quedan abiertos tantos destinos a los que puede viajar el mandatario que ni con toda la ayuda de adivinos y clarividentes podrían saber a dónde llegaría Toranzo para cometer cualquier posible atentado. Seguridad total garantizada. El (5) y último silbido del fragmento que hemos reproducido del hipotético noticiero, ya desarmó por completo a los delincuentes radioescuchas que no pueden tener la menor tentación de planear algo contra el gobernador, pues el pitido ha ocultado la otra personalidad con la que se reunirá tan importante funcionario público. Por supuesto que la agenda del otro personaje también habría sido bien disimulada en cualquier transmisión que se haya dado para hablar del encuentro.
Una vez que entre en vigor la nueva figura delictiva, sonaría el teléfono de la Secretaría Particular de Fernando Toranzo. La secretaria ya no respondería como lo ha venido haciendo: “Despacho del señor gobernador” porque daría demasiados datos. Para empezar, su ubicación. Así que respondería como lo hacemos en casa, simplemente “Bueno”. Del otro lado de la línea, Felipe Calderón diría autoritario “Comuníqueme con el gobernador”. La secretaría, asustada, diría: “Permítame, señor”. Y pasaría el auricular al responsable de la seguridad pública, Enrique Galindo, quien rápidamente le lanzaría la siguiente advertencia: “Si alguien le ha comunicado que aquí se encuentra el señor gobernador le advierto que debe denunciarlo porque le pasaron información indebida, y le prevengo de que, si no lo hace, lo podremos considerar cómplice de un delito”. “Chin…”, alcanzaría a vociferar el presidente. “Y no se enoje, porque le aviso que estamos rastreando su llamada para conocer su ubicación, porque nosotros sí estamos autorizados a manejar esa información”.
En la exageración, en muchas ocasiones, es donde se pueden llegar a comprender mejor situaciones que rayan en el ridículo. Y el delito de información indebida, planteado en los términos que el Ejecutivo lo ha hecho, se encuentra en esa situación, lo que exige un esfuerzo, por parte de quienes nos hemos sorprendido de la torpeza exhibida en la iniciativa, para tratar de encontrar lo que realmente quiso decir Toranzo. Pero resultan tan ambiguos los términos utilizados, tan confusa y errática la redacción, tan limitada y sin sentido la exposición de motivos, que la promoción de una iniciativa así sólo nos puede hacer pensar en una acción desesperada de quien, presa del temor, opta por salir huyendo de una estampida corriendo frente a las bestias sin darse cuenta de que puede hacerse a un lado para capotearlas.
La iniciativa de Toranzo atenta contra derechos elementales, y lo hace de manera innecesaria cuando el país vive seguramente uno de los momentos de su historia en los que existen normas que buscan garantizar el buen uso de la información. Basta echarle un vistazo a los artículos 6º, 7º, y 16 de la Constitución federal, al 17 bis de la local, a la Ley de Transparencia del Estado, al artículo 56 de la Ley de Responsabilidades de los Funcionarios Públicos, a cuando menos tres artículos del Código Civil del Estado, a cuatro artículos de la Ley de Seguridad Pública del Estado, y al Código Penal del Estado. Todo apunta a que, si la iniciativa de crear el delito de información indebida no es una metida de pata, entonces es una señal muy peligrosa que nos advierte que el gobierno del doctor Toranzo tiende a limitar derechos y libertades que hemos logrado los mexicanos y que tenemos que defender a toda costa.
Abril 11, 2010
“Buenos días estimados radioescuchas, estamos en su noticiero matutino con un enlace en vivo desde…piiiiii(1)…, acompañando al gobernador Fernando Toranzo Fernández, quien en… piiiiii(2)… abordará… piiiiii(3)… con destino a… piiiii(4)… donde se reunirá con… piiiiii(5)…”
Al inicio y al final de cada noticiero -si es que se aprueba la “Ley Antisoplones”, o de “información indebida”, que es la denominación con la que se introduce esa conducta delictiva en el Código Penal del Estado- tendría que haber una explicación habitual más o menos en los siguientes términos para que el auditorio entendiera el motivo de las interrupciones: “Disculpe las molestias que los pitidos le ocasionen, pero esto nos permite ocultar información que si la transmitimos estaríamos cometiendo un delito grave”. La versión completa del pequeño fragmento que hemos reproducido podría ser: “Buenos días estimados radioescuchas, estamos en su noticiero matutino con un enlace en vivo desde el aeropuerto Ponciano Arriaga, acompañando al gobernador Fernando Toranzo Fernández, quien en unos minutos abordará un avión con destino al aeropuerto de Tamuín donde se reunirá con el director de seguridad pública de la región huasteca…”, Es obvio que de esta manera se divulga información que puede constituir un alto riesgo para la seguridad del gobernador del Estado, pero que queda eliminado gracias al recurso de evitar que se escuchen sus movimientos y actividades como a continuación explicamos.
La validez de las omisiones estaría plenamente justificada en la descripción del nuevo delito propuesto por Toranzo al Congreso del Estado, pues cada pitido habría permitido evitar que la integridad del mandatario se pusiera en riesgo. El primero, señalado con el número (1), impide que cualquier delincuente que se encuentre entre el auditorio del noticiero sepa la ubicación del gobernador, quien puede estar en Casa de Gobierno, en la Central de Autobuses, en una parada de camión o en el Aeropuerto. El número (2) evitaría que los delincuentes radioescuchas sepan en qué momento emprenderá una actividad el mandatario, pues tras el pitido queda bien camuflado que la acción puede ocurrir en unos minutos, unas horas, unos días. La variedad de opciones encubiertas vuelve más segura la transmisión.
El pitido número (3) permite disimular perfectamente bien que el gobernador viajará en avión, pues tras él pudo quedar oculto que se dijo que abordará un autobús, una suburban, o cualquier otro medio. Con el (4) silbido quedan abiertos tantos destinos a los que puede viajar el mandatario que ni con toda la ayuda de adivinos y clarividentes podrían saber a dónde llegaría Toranzo para cometer cualquier posible atentado. Seguridad total garantizada. El (5) y último silbido del fragmento que hemos reproducido del hipotético noticiero, ya desarmó por completo a los delincuentes radioescuchas que no pueden tener la menor tentación de planear algo contra el gobernador, pues el pitido ha ocultado la otra personalidad con la que se reunirá tan importante funcionario público. Por supuesto que la agenda del otro personaje también habría sido bien disimulada en cualquier transmisión que se haya dado para hablar del encuentro.
Una vez que entre en vigor la nueva figura delictiva, sonaría el teléfono de la Secretaría Particular de Fernando Toranzo. La secretaria ya no respondería como lo ha venido haciendo: “Despacho del señor gobernador” porque daría demasiados datos. Para empezar, su ubicación. Así que respondería como lo hacemos en casa, simplemente “Bueno”. Del otro lado de la línea, Felipe Calderón diría autoritario “Comuníqueme con el gobernador”. La secretaría, asustada, diría: “Permítame, señor”. Y pasaría el auricular al responsable de la seguridad pública, Enrique Galindo, quien rápidamente le lanzaría la siguiente advertencia: “Si alguien le ha comunicado que aquí se encuentra el señor gobernador le advierto que debe denunciarlo porque le pasaron información indebida, y le prevengo de que, si no lo hace, lo podremos considerar cómplice de un delito”. “Chin…”, alcanzaría a vociferar el presidente. “Y no se enoje, porque le aviso que estamos rastreando su llamada para conocer su ubicación, porque nosotros sí estamos autorizados a manejar esa información”.
En la exageración, en muchas ocasiones, es donde se pueden llegar a comprender mejor situaciones que rayan en el ridículo. Y el delito de información indebida, planteado en los términos que el Ejecutivo lo ha hecho, se encuentra en esa situación, lo que exige un esfuerzo, por parte de quienes nos hemos sorprendido de la torpeza exhibida en la iniciativa, para tratar de encontrar lo que realmente quiso decir Toranzo. Pero resultan tan ambiguos los términos utilizados, tan confusa y errática la redacción, tan limitada y sin sentido la exposición de motivos, que la promoción de una iniciativa así sólo nos puede hacer pensar en una acción desesperada de quien, presa del temor, opta por salir huyendo de una estampida corriendo frente a las bestias sin darse cuenta de que puede hacerse a un lado para capotearlas.
La iniciativa de Toranzo atenta contra derechos elementales, y lo hace de manera innecesaria cuando el país vive seguramente uno de los momentos de su historia en los que existen normas que buscan garantizar el buen uso de la información. Basta echarle un vistazo a los artículos 6º, 7º, y 16 de la Constitución federal, al 17 bis de la local, a la Ley de Transparencia del Estado, al artículo 56 de la Ley de Responsabilidades de los Funcionarios Públicos, a cuando menos tres artículos del Código Civil del Estado, a cuatro artículos de la Ley de Seguridad Pública del Estado, y al Código Penal del Estado. Todo apunta a que, si la iniciativa de crear el delito de información indebida no es una metida de pata, entonces es una señal muy peligrosa que nos advierte que el gobierno del doctor Toranzo tiende a limitar derechos y libertades que hemos logrado los mexicanos y que tenemos que defender a toda costa.