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Matrimonio de conveniencia
Por EDUARDO MARTÍNEZ BENAVENTE
Febrero 21, 2010
Lea el Compromiso de no participación en las elecciones municipales de 1991
Se detestan, el desprecio que se profesan es reciproco e inocultable, sus doctrinas y opiniones son sustancialmente opuestas, y sin embargo han convenido el PAN, y el PRD con Convergencia, su satélite, cohabitar durante los próximos meses, dormir juntos en la misma cama, un “ménage a trois” por lo menos de aquí hasta que concluyan los procesos electorales en los estados de Oaxaca, Durango, Hidalgo y Puebla en los que irán en una alianza que les permitirá competir contra la hegemonía priísta que se ha mantenido en el poder en esos lugares por más de 80 años. Se trata de un sorprendente ejercicio que ningún analista se hubiera atrevido a pronosticar hace unos cuantos meses pues no existe el más mínimo vínculo de identidad y armonía entre los dos principales contrayentes, y así, a pesar de todos estos inconvenientes se atreven a pactar un matrimonio temporal y de conveniencia que les permitirá aventurarse con posibilidades de éxito en las jornadas electorales que se llevarán a cabo el domingo 4 de julio. Un resultado feliz en estos experimentos puede animarlos a intentar una coalición para postular a un candidato común a la presidencia de la República, -legalmente permitida pero cuestionada por su inmoralidad y pragmatismo- porque sólo así podrían ganarle al PRI la elección del 2012. En tres de las nueve alianzas que han celebrado el PRD -a quien la iglesia católica acaba de encasillar como su enemiga- y el PAN -clerical y conservador- han obtenido la mayoría de votos en Nayarit en 1999, en Chiapas en el 2000 y en Yucatán en el 2001.
La primera alianza o coalición electoral que se celebró entre el PAN y el PRD se formalizó aquí en San Luís Potosí, en 1991, con motivo de la candidatura del doctor Salvador Nava Martínez a la gubernatura del Estado. Los potosinos fuimos los primeros en probar las dificultades a las que se tiene uno que enfrentar cuando se incursiona en esta opción política que permite que dos o más partidos postulen a un mismo candidato para contender por un puesto de elección popular. Las experiencias del navismo con la dirigencia estatal y nacional del Partido Acción Nacional fueron desastrosas. No así con las de los otros dos partidos que también formaron la coalición: el PRD, fundado el 5 de mayo de 1989 y el Partido Demócrata Mexicano, los ex sinarquistas, que en 1997 perderían su registro. Era una época en la que la preeminencia de la oposición en San Luís Potosí la tenía el Frente Cívico Potosino, el que a través de una organización denominada Movimiento de Oposición Abierta, congregó a muchos ciudadanos sin afiliación partidista y posteriormente invitó a estos tres partidos a integrarse a un proyecto político que tenía como finalidad lanzar al doctor Nava a una contienda electoral para arrebatarle al PRI el Gobierno del Estado. Perseguíamos también cambios sustanciales e inmediatos a la Ley Electoral para que las reglas del juego fueran equitativas y confiables. Sabíamos que nos estábamos enfrentando a un partido de Estado que controlaba todos los organismos electorales, a los medios de comunicación, que no había financiamiento público, que designaba a los funcionarios de casilla y disponía libremente de los recursos humanos y económicos del gobierno sin rendirle cuentas a nadie; todo esto le permitía materialmente aplastar a sus contrincantes.
Fueron muchas las desavenencias que tuvimos que lidiar con la dirigencia del PAN, no así con sus bases, la primera fue en el momento de diseñar el emblema de la coalición, los panistas exigían que en un círculo azul se introdujeran los logotipos de los tres partidos que apoyaban la candidatura, pero que la de su partido ocupara el 87% del espacio, la del PRD el 11% y la del PDM un microscópico 2% porque esos eran los porcentajes de votación que habían obtenido en la elección inmediata anterior en el Estado. El doctor Nava no lo permitió, la coalición estuvo a punto de zozobrar, pero cuando les advirtió que iría sólo con el PDM y el PRD, los panistas recularon y aceptaron que los tres aparecieran con la misma importancia. Diego Fernández de Ceballos intentó presionar al doctor para que impusiera los principios e ideario de su partido a la coalición como condición para que el Comité Ejecutivo Nacional avalara la alianza. De nuevo se negó y presentó sus propios documentos en los que cabían todas las ideologías que finalmente aceptaron los panistas. En el aspecto económico lo dejaron sólo, no aportaron recursos a la campaña.
En los días aciagos de la resistencia civil, días después del fraude electoral del 18 de agosto de 1991 que le daba la victoria al priísta Fausto Zapata, acordamos bloquear todas las carreteras que atraviesan a la capital como una medida de protesta. A Mario Leal Campos, presidente estatal del PAN, se le confió cerrar una vía. Al concluir esta acción nos reunimos todos los grupos para rendir un informe. El bloqueo había sido total en todas las carreteras menos en la que se le asignó al panista. Era el único dirigente que no se atrevió a cerrarla pues había optado por un “estrangulamiento” en el que se permitía el tránsito a los vehículos por el carril que quedaba libre. María Elena Hernández Wong (q.e.p.d.), esposa de Carlos Fernández, el mismo que años después se desempeñaría como jefe de logística del gobierno de Marcelo de los Santos, se levantó de su asiento, se acercó a Mario y lo cacheteó por cobarde.
Un desencuentro más que tuvimos con el ex presidente estatal del PAN y ahora embajador de México en Chile, Mario Leal, “el desleal”, fue el incumplimiento al convenio que firmó el 30 de octubre de 1991, en el que los partidos coaligados acordaron no participar en las elecciones municipales que se celebrarían el primer domingo de diciembre de ese año como una medida de presión para conseguir reformas electorales en serio. Queríamos hacer el gran vacío y dejar solos a los priístas. Los panistas deshonraron su compromiso y lo que fue peor, Mario Leal se registró como candidato a la presidencia municipal.
Febrero 21, 2010
Lea el Compromiso de no participación en las elecciones municipales de 1991
Se detestan, el desprecio que se profesan es reciproco e inocultable, sus doctrinas y opiniones son sustancialmente opuestas, y sin embargo han convenido el PAN, y el PRD con Convergencia, su satélite, cohabitar durante los próximos meses, dormir juntos en la misma cama, un “ménage a trois” por lo menos de aquí hasta que concluyan los procesos electorales en los estados de Oaxaca, Durango, Hidalgo y Puebla en los que irán en una alianza que les permitirá competir contra la hegemonía priísta que se ha mantenido en el poder en esos lugares por más de 80 años. Se trata de un sorprendente ejercicio que ningún analista se hubiera atrevido a pronosticar hace unos cuantos meses pues no existe el más mínimo vínculo de identidad y armonía entre los dos principales contrayentes, y así, a pesar de todos estos inconvenientes se atreven a pactar un matrimonio temporal y de conveniencia que les permitirá aventurarse con posibilidades de éxito en las jornadas electorales que se llevarán a cabo el domingo 4 de julio. Un resultado feliz en estos experimentos puede animarlos a intentar una coalición para postular a un candidato común a la presidencia de la República, -legalmente permitida pero cuestionada por su inmoralidad y pragmatismo- porque sólo así podrían ganarle al PRI la elección del 2012. En tres de las nueve alianzas que han celebrado el PRD -a quien la iglesia católica acaba de encasillar como su enemiga- y el PAN -clerical y conservador- han obtenido la mayoría de votos en Nayarit en 1999, en Chiapas en el 2000 y en Yucatán en el 2001.
La primera alianza o coalición electoral que se celebró entre el PAN y el PRD se formalizó aquí en San Luís Potosí, en 1991, con motivo de la candidatura del doctor Salvador Nava Martínez a la gubernatura del Estado. Los potosinos fuimos los primeros en probar las dificultades a las que se tiene uno que enfrentar cuando se incursiona en esta opción política que permite que dos o más partidos postulen a un mismo candidato para contender por un puesto de elección popular. Las experiencias del navismo con la dirigencia estatal y nacional del Partido Acción Nacional fueron desastrosas. No así con las de los otros dos partidos que también formaron la coalición: el PRD, fundado el 5 de mayo de 1989 y el Partido Demócrata Mexicano, los ex sinarquistas, que en 1997 perderían su registro. Era una época en la que la preeminencia de la oposición en San Luís Potosí la tenía el Frente Cívico Potosino, el que a través de una organización denominada Movimiento de Oposición Abierta, congregó a muchos ciudadanos sin afiliación partidista y posteriormente invitó a estos tres partidos a integrarse a un proyecto político que tenía como finalidad lanzar al doctor Nava a una contienda electoral para arrebatarle al PRI el Gobierno del Estado. Perseguíamos también cambios sustanciales e inmediatos a la Ley Electoral para que las reglas del juego fueran equitativas y confiables. Sabíamos que nos estábamos enfrentando a un partido de Estado que controlaba todos los organismos electorales, a los medios de comunicación, que no había financiamiento público, que designaba a los funcionarios de casilla y disponía libremente de los recursos humanos y económicos del gobierno sin rendirle cuentas a nadie; todo esto le permitía materialmente aplastar a sus contrincantes.
Fueron muchas las desavenencias que tuvimos que lidiar con la dirigencia del PAN, no así con sus bases, la primera fue en el momento de diseñar el emblema de la coalición, los panistas exigían que en un círculo azul se introdujeran los logotipos de los tres partidos que apoyaban la candidatura, pero que la de su partido ocupara el 87% del espacio, la del PRD el 11% y la del PDM un microscópico 2% porque esos eran los porcentajes de votación que habían obtenido en la elección inmediata anterior en el Estado. El doctor Nava no lo permitió, la coalición estuvo a punto de zozobrar, pero cuando les advirtió que iría sólo con el PDM y el PRD, los panistas recularon y aceptaron que los tres aparecieran con la misma importancia. Diego Fernández de Ceballos intentó presionar al doctor para que impusiera los principios e ideario de su partido a la coalición como condición para que el Comité Ejecutivo Nacional avalara la alianza. De nuevo se negó y presentó sus propios documentos en los que cabían todas las ideologías que finalmente aceptaron los panistas. En el aspecto económico lo dejaron sólo, no aportaron recursos a la campaña.
En los días aciagos de la resistencia civil, días después del fraude electoral del 18 de agosto de 1991 que le daba la victoria al priísta Fausto Zapata, acordamos bloquear todas las carreteras que atraviesan a la capital como una medida de protesta. A Mario Leal Campos, presidente estatal del PAN, se le confió cerrar una vía. Al concluir esta acción nos reunimos todos los grupos para rendir un informe. El bloqueo había sido total en todas las carreteras menos en la que se le asignó al panista. Era el único dirigente que no se atrevió a cerrarla pues había optado por un “estrangulamiento” en el que se permitía el tránsito a los vehículos por el carril que quedaba libre. María Elena Hernández Wong (q.e.p.d.), esposa de Carlos Fernández, el mismo que años después se desempeñaría como jefe de logística del gobierno de Marcelo de los Santos, se levantó de su asiento, se acercó a Mario y lo cacheteó por cobarde.
Un desencuentro más que tuvimos con el ex presidente estatal del PAN y ahora embajador de México en Chile, Mario Leal, “el desleal”, fue el incumplimiento al convenio que firmó el 30 de octubre de 1991, en el que los partidos coaligados acordaron no participar en las elecciones municipales que se celebrarían el primer domingo de diciembre de ese año como una medida de presión para conseguir reformas electorales en serio. Queríamos hacer el gran vacío y dejar solos a los priístas. Los panistas deshonraron su compromiso y lo que fue peor, Mario Leal se registró como candidato a la presidencia municipal.