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Suena bien
Primera parte
Por EDUARDO MARTÍNEZ BENAVENTE
Diciembre 9, 2012
El Pacto por México es un ambicioso catálogo de propuestas reformistas que de concretarse podría transformar al país en una sociedad más justa y equitativa. Es un acuerdo nacional con 94 buenas intenciones que recopila los postulados e idearios políticos de muchos intelectuales y luchadores sociales. Es un planteamiento que puede tener los alcances y dimensiones de una reforma de Estado. Es un documento que no ha sido debidamente difundido y explicado y que muy pocos lo conocen en su totalidad. Suena bien, aunque el capítulo relativo a los energéticos despierta una enorme desconfianza porque a través de trampas y simulaciones jurídicas, sin necesidad de reformas constitucionales, los contratistas trasnacionales y los más ricos de México que participen en este negocio pueden despojarnos de nuestra principal fuente de ingresos. Su implementación será gradual y si se mantiene el compromiso y unidad de las partes que lo suscribieron, se llevaría una buena parte del sexenio en aterrizarlo. Sin embargo, la parte más cuestionada de este anuncio no es el contenido mismo de la agenda sino la falta de credibilidad de sus autores; pues, ¿quién le cree al presidente y a los dirigentes de los partidos políticos? Y los que les concedan el beneficio de la duda pronto repararán en otro argumento muy importante para descalificarlo: ¿Con qué dinero?
La exclusión del Partido del Trabajo, Verde, Movimiento Ciudadano y Panal de la firma del pacto es lo primero que tenemos que celebrar porque su ausencia debe interpretarse como un avance de la intención que existe para que desaparezcan estos parásitos del plano nacional.
En la ceremonia en que se dio a conocer el paquete de obras y acciones para los próximos seis años destaca la reforma educativa, el visto bueno para la inversión privada en PEMEX, la ley que pone límites al endeudamiento de los estados y municipios, la licitación de más cadenas de televisión nacional, la eliminación de privilegios fiscales, la reforma electoral para que se pueda anular cualquier elección en la que se excedan los topes de gastos de campaña, el seguro de desempleo, la pensión para adultos mayores de 65 años, el seguro de vida para jefas de familia, el programa nacional de combate a la pobreza, entre otros temas que se analizarán en las siguientes entregas.
En este mismo evento se tenía que haber informado del costo que podrían alcanzar todos estos compromisos y cómo se financiarán, pues para lograr sus objetivos será necesario incrementar considerablemente los impuestos, o gastar más de lo que se recauda, aunque el Secretario de Hacienda asegure que no habrá alzas tributarias ni déficit presupuestal; o bien, se tendrá que pedir mucho dinero prestado.
A los mexicanos nos han engañado una y otra vez. Sexenio tras sexenio. Con mayor perversidad que ocurre un cambio de gobierno. Los que escuchamos el discurso de toma de posesión de José López Portillo creímos que el país sería diferente. Después de la debacle del gobierno de Echeverría la gente creyó ciegamente en su persona. Era un actor consumado. La presencia y demagogia del orador convencía hasta a los más duros. Se iniciaba un gobierno sin oposición, había sido candidato único y contaba con el apoyo y simpatías de la población. Su gobierno terminó en un doloroso fracaso y con el repudio y decepción de los ciudadanos. Lo mismo ha ocurrido con los que lo sucedieron, hasta que los mexicanos dejaron de creer en la palabrería de estos farsantes. Una demostración del rechazo popular al nuevo presidente fue la ausencia del pueblo en las calles que no salió a vitorear su triunfo ni a festejar su toma de posesión; y en cambio, las protestas, golpizas y actos vandálicos fueron el sello que caracterizó el retorno del PRI a Los Pinos.
Otra cosa hubiera sucedido si Peña Nieto hubiera empezado su gestión anunciando acciones contundentes de austeridad y justicia para legitimarse y ganar credibilidad, como podría haber sido la cancelación de la operación de compra venta del sofisticado y lujoso avión presidencial que tendrá un costo de 750 millones de dólares –si, de dólares-; o el compromiso de reducir sus remuneraciones a la mitad de lo que recibió Felipe Calderón, para que ningún otro funcionario pudiera cobrar un sueldo mayor que el suyo; o haber anunciado que los intocables líderes sindicales del magisterio y PEMEX habían sido detenidos y arraigados mientras que se perfeccionaban las averiguaciones que pesaban sobre ellos por diversos delitos; o haber presentado una iniciativa para despenalizar el consumo de marihuana, y darle así otro giro a la lucha contra la delincuencia organizada. Si esto y otras medias radicales hubieran ocurrido ese día, seguramente que los escépticos ciudadanos podrían haber empezado a creer que el gobierno priista tiene la intención de generar un verdadero cambio en el país para mejorar la calidad de vida de los mexicanos.
López Obrador seguirá siendo un contrapeso muy importante a los excesos del poder y un opositor leal en el que podemos confiar muchos mexicanos, con presencia y convocatoria en todos los rincones y con el liderazgo suficiente como para detener cualquier operación disfrazada que pretenda vender a PEMEX, o evitar que se graven con IVA los alimentos y medicinas; por lo que debemos seguir apoyándolo sin importar su desgaste natural y la campaña de odio y desprestigio que sufre desde hace varios años.
La criminalidad no ha disminuido en los últimos días y no hay indicios de una tregua. El presidente se empecina en utilizar al ejército para combatirla. Desde el primer día de su sexenio amanecimos con la habitual y cotidiana noticia de que ocho cuerpos habían aparecido desmembradas en Coahuila. En San Luis Potosí, como en otras regiones del país, también se ha cumplido con la rutina de las ejecuciones. La violencia seguirá igual o peor que antes mientras que no se resuelvan de fondo las causas reales del descontento popular y la corrupción que carcome al país, y que el Pacto por México parece ofrecernos.
Por EDUARDO MARTÍNEZ BENAVENTE
Diciembre 9, 2012
El Pacto por México es un ambicioso catálogo de propuestas reformistas que de concretarse podría transformar al país en una sociedad más justa y equitativa. Es un acuerdo nacional con 94 buenas intenciones que recopila los postulados e idearios políticos de muchos intelectuales y luchadores sociales. Es un planteamiento que puede tener los alcances y dimensiones de una reforma de Estado. Es un documento que no ha sido debidamente difundido y explicado y que muy pocos lo conocen en su totalidad. Suena bien, aunque el capítulo relativo a los energéticos despierta una enorme desconfianza porque a través de trampas y simulaciones jurídicas, sin necesidad de reformas constitucionales, los contratistas trasnacionales y los más ricos de México que participen en este negocio pueden despojarnos de nuestra principal fuente de ingresos. Su implementación será gradual y si se mantiene el compromiso y unidad de las partes que lo suscribieron, se llevaría una buena parte del sexenio en aterrizarlo. Sin embargo, la parte más cuestionada de este anuncio no es el contenido mismo de la agenda sino la falta de credibilidad de sus autores; pues, ¿quién le cree al presidente y a los dirigentes de los partidos políticos? Y los que les concedan el beneficio de la duda pronto repararán en otro argumento muy importante para descalificarlo: ¿Con qué dinero?
La exclusión del Partido del Trabajo, Verde, Movimiento Ciudadano y Panal de la firma del pacto es lo primero que tenemos que celebrar porque su ausencia debe interpretarse como un avance de la intención que existe para que desaparezcan estos parásitos del plano nacional.
En la ceremonia en que se dio a conocer el paquete de obras y acciones para los próximos seis años destaca la reforma educativa, el visto bueno para la inversión privada en PEMEX, la ley que pone límites al endeudamiento de los estados y municipios, la licitación de más cadenas de televisión nacional, la eliminación de privilegios fiscales, la reforma electoral para que se pueda anular cualquier elección en la que se excedan los topes de gastos de campaña, el seguro de desempleo, la pensión para adultos mayores de 65 años, el seguro de vida para jefas de familia, el programa nacional de combate a la pobreza, entre otros temas que se analizarán en las siguientes entregas.
En este mismo evento se tenía que haber informado del costo que podrían alcanzar todos estos compromisos y cómo se financiarán, pues para lograr sus objetivos será necesario incrementar considerablemente los impuestos, o gastar más de lo que se recauda, aunque el Secretario de Hacienda asegure que no habrá alzas tributarias ni déficit presupuestal; o bien, se tendrá que pedir mucho dinero prestado.
A los mexicanos nos han engañado una y otra vez. Sexenio tras sexenio. Con mayor perversidad que ocurre un cambio de gobierno. Los que escuchamos el discurso de toma de posesión de José López Portillo creímos que el país sería diferente. Después de la debacle del gobierno de Echeverría la gente creyó ciegamente en su persona. Era un actor consumado. La presencia y demagogia del orador convencía hasta a los más duros. Se iniciaba un gobierno sin oposición, había sido candidato único y contaba con el apoyo y simpatías de la población. Su gobierno terminó en un doloroso fracaso y con el repudio y decepción de los ciudadanos. Lo mismo ha ocurrido con los que lo sucedieron, hasta que los mexicanos dejaron de creer en la palabrería de estos farsantes. Una demostración del rechazo popular al nuevo presidente fue la ausencia del pueblo en las calles que no salió a vitorear su triunfo ni a festejar su toma de posesión; y en cambio, las protestas, golpizas y actos vandálicos fueron el sello que caracterizó el retorno del PRI a Los Pinos.
Otra cosa hubiera sucedido si Peña Nieto hubiera empezado su gestión anunciando acciones contundentes de austeridad y justicia para legitimarse y ganar credibilidad, como podría haber sido la cancelación de la operación de compra venta del sofisticado y lujoso avión presidencial que tendrá un costo de 750 millones de dólares –si, de dólares-; o el compromiso de reducir sus remuneraciones a la mitad de lo que recibió Felipe Calderón, para que ningún otro funcionario pudiera cobrar un sueldo mayor que el suyo; o haber anunciado que los intocables líderes sindicales del magisterio y PEMEX habían sido detenidos y arraigados mientras que se perfeccionaban las averiguaciones que pesaban sobre ellos por diversos delitos; o haber presentado una iniciativa para despenalizar el consumo de marihuana, y darle así otro giro a la lucha contra la delincuencia organizada. Si esto y otras medias radicales hubieran ocurrido ese día, seguramente que los escépticos ciudadanos podrían haber empezado a creer que el gobierno priista tiene la intención de generar un verdadero cambio en el país para mejorar la calidad de vida de los mexicanos.
López Obrador seguirá siendo un contrapeso muy importante a los excesos del poder y un opositor leal en el que podemos confiar muchos mexicanos, con presencia y convocatoria en todos los rincones y con el liderazgo suficiente como para detener cualquier operación disfrazada que pretenda vender a PEMEX, o evitar que se graven con IVA los alimentos y medicinas; por lo que debemos seguir apoyándolo sin importar su desgaste natural y la campaña de odio y desprestigio que sufre desde hace varios años.
La criminalidad no ha disminuido en los últimos días y no hay indicios de una tregua. El presidente se empecina en utilizar al ejército para combatirla. Desde el primer día de su sexenio amanecimos con la habitual y cotidiana noticia de que ocho cuerpos habían aparecido desmembradas en Coahuila. En San Luis Potosí, como en otras regiones del país, también se ha cumplido con la rutina de las ejecuciones. La violencia seguirá igual o peor que antes mientras que no se resuelvan de fondo las causas reales del descontento popular y la corrupción que carcome al país, y que el Pacto por México parece ofrecernos.