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Un colaborador nuevo
Por TIETO
Octubre 8, 2010
El pasado 15 de septiembre, Cándido Ochoa Rojas, procurador de Justicia del Estado, informó del nombramiento de un Fiscal Especial en Materia de Seguridad Pública, “cuyo desempeño e identidad se mantendrá bajo sigilo con la finalidad de que éste cumpla sus tareas de manera eficaz”, según la nota publicada en el Periódico Pulso, en la que se le bautizó como Fiscal sin Rostro. La noticia circuló en diversos medios del país por su carácter excepcional, pero no provocó mayor controversia. Los niveles a los que se percibe la inseguridad parecen eliminar la necesidad de cualquier argumentación que pudiera cuestionar la medida que, en sí misma, es indicador de que la autoridad vive en carne propia los temores que acechan a todos los potosinos.
Del Fiscal sin Rostro es, en cierta medida, lógico no conocer su identidad, pero extraña que su desempeño también se deba mantener en el sigilo como una forma de garantizar la eficacia de sus actuaciones, pues desde la perspectiva de la transparencia y la rendición de cuentas se abre un espacio de opacidad, cuya consecuente discrecionalidad abre riesgos que podrían volver contraproducente una medida que hoy es aceptada con la “dispensa” que el deseo de vivir un clima de mayor seguridad proporciona. El deseo de un bien mayor nos podría hacer perder de vista que el remedio podría resultar igual o peor que la enfermedad.
***
A principios del siglo, el diario Reforma presentó un nuevo colaborador: Juan Ciudadano. “¿QUIÉN ES?Es todo mexicano. Es el profesionista, el estudiante, el campesino, la ama de casa... todo ciudadano que requiere información de calidad para tomar decisiones en su vida diaria. ¿QUÉ QUIERE? Quiere ejercer su derecho constitucional a accesar en forma libre y fácil toda la información recopilada por las autoridades públicas, sin secrecías y sigilo. Quiere tener el derecho de acceder a los archivos y atender sesiones en donde se toman decisiones o se decretan mandatos que le afectarán a él en lo individual o como sociedad. Quiere que los funcionarios públicos de todos los niveles desde la Presidencia hasta el Congreso y el municipio le rindan cuentas de sus decisiones y se penalice a quien oculte información pública”.
Juan Ciudadano no era nadie en específico, pero sí un grupo de personas que pretendía (y aún lo hace con su publicación lunes a lunes) ser un canal de expresión para la legítima aspiración ciudadana a que las autoridades rindan cuentas. Todavía no existían las leyes de transparencia. Hoy, la transparencia y la rendición de cuentas tiene más instrumentos para hacerse valer, pero no es suficiente para considerar efectivo el ejercicio de ese derecho. Juan Ciudadano, como seudónimo, en sí mismo representa una postura que va un poco más allá de lo editorial y, aunque en su momento hubo algunas críticas por su anonimato, realmente representa a un grupo de trabajo de un diario como Reforma. Su búsqueda, como en el caso del Fiscal sin Rostro, se encamina a un bien mayor, el acceso a la información pública y la rendición de cuentas. Como en el caso del Fiscal, no hay persona identificable, pero a diferencia de aquel, su desempeño es público a través de las entregas semanales a través de Reforma. En ese sentido, podríamos reconocer que en él aplica una de las políticas a seguir que menciona el periódico Tribuna, de Sonora, en sus principios éticos: “El periódico avala la calidad moral de los colaboradores que utilicen seudónimo, quienes también asumen estos principios éticos”.
***
En enero de 1994, con el levantamiento zapatista, los pasamontañas se volvieron un ícono. Entre los muchos significados que se le dieron a su uso se encuentra el dar mayor relevancia a la causa de la lucha que a quien la encabeza. En materia de transparencia, al requerir información a una autoridad, resulta irrelevante conocer la identidad de quien la solicita, pues la información pública pertenece a todos y da lo mismo entregársela a Juan que a Pedro. Cuando los derechos son de todos, que una sola persona los reclame y logre hacerlos efectivos debe convertirse en la puerta de entrada a la posibilidad de que esos derechos se vuelvan comunes para todos…
POR CIERTO
En Proyecto Tábano hemos considerado abrir un espacio de expresión sin rostro para dar cauce a los resultados que, en el ejercicio del derecho de acceso a la información pública, logren nuestros colaboradores y también nuestros lectores que quieran compartir la información obtenida con el uso de leyes de transparencia, como ya ha ocurrido, por ejemplo con "Por aquí pasó la historia" y Congreso: La validez de justificantes balines. Se trata de un ejercicio que pretende ampliar la posibilidad de publicación de documentos públicos en este Sitio Web y de dar un nuevo impulso al propósito que nos fijamos desde el primer editorial de nuestro proyecto de versión impresa, sobre el que se trabaja para volver una realidad.
En un afán de coherencia con el concepto que maneja Proyecto Tábano, denominamos a esta sección El Zumbido, pues es ese ruido el que nos advierte de la presencia del tábano. Para no dejar sin autor a la sección, hemos adoptado el seudónimo Tieto, como una referencia con cierto sentido juguetón e infantil a la expresión con la que se pretende concluir cada uno de los textos: POR CIERTO. Expresado por un niño que apenas comienza a hablar, esa frase se escucharía así: Po Tieto. Una expresión que en su significado nos refiere igualmente a lo que viene exactamente después del zumbido, es decir, una conclusión. Si escucho un zumbido, por cierto, me percato de que anda cerca un tábano.
Seguimos, pues, fieles a la metáfora que inspira y guía la vieja inquietud que da origen a Proyecto Tábano para pretender contribuir a “que nuestros lectores tengan la oportunidad de saber la forma en que pueden ejercer ese derecho (de acceso a la información pública), que nos ayudará a estar despiertos, persuadidos de una visión crítica e informados para reprochar lo que el interés común nos exija”.
Octubre 8, 2010
El pasado 15 de septiembre, Cándido Ochoa Rojas, procurador de Justicia del Estado, informó del nombramiento de un Fiscal Especial en Materia de Seguridad Pública, “cuyo desempeño e identidad se mantendrá bajo sigilo con la finalidad de que éste cumpla sus tareas de manera eficaz”, según la nota publicada en el Periódico Pulso, en la que se le bautizó como Fiscal sin Rostro. La noticia circuló en diversos medios del país por su carácter excepcional, pero no provocó mayor controversia. Los niveles a los que se percibe la inseguridad parecen eliminar la necesidad de cualquier argumentación que pudiera cuestionar la medida que, en sí misma, es indicador de que la autoridad vive en carne propia los temores que acechan a todos los potosinos.
Del Fiscal sin Rostro es, en cierta medida, lógico no conocer su identidad, pero extraña que su desempeño también se deba mantener en el sigilo como una forma de garantizar la eficacia de sus actuaciones, pues desde la perspectiva de la transparencia y la rendición de cuentas se abre un espacio de opacidad, cuya consecuente discrecionalidad abre riesgos que podrían volver contraproducente una medida que hoy es aceptada con la “dispensa” que el deseo de vivir un clima de mayor seguridad proporciona. El deseo de un bien mayor nos podría hacer perder de vista que el remedio podría resultar igual o peor que la enfermedad.
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A principios del siglo, el diario Reforma presentó un nuevo colaborador: Juan Ciudadano. “¿QUIÉN ES?Es todo mexicano. Es el profesionista, el estudiante, el campesino, la ama de casa... todo ciudadano que requiere información de calidad para tomar decisiones en su vida diaria. ¿QUÉ QUIERE? Quiere ejercer su derecho constitucional a accesar en forma libre y fácil toda la información recopilada por las autoridades públicas, sin secrecías y sigilo. Quiere tener el derecho de acceder a los archivos y atender sesiones en donde se toman decisiones o se decretan mandatos que le afectarán a él en lo individual o como sociedad. Quiere que los funcionarios públicos de todos los niveles desde la Presidencia hasta el Congreso y el municipio le rindan cuentas de sus decisiones y se penalice a quien oculte información pública”.
Juan Ciudadano no era nadie en específico, pero sí un grupo de personas que pretendía (y aún lo hace con su publicación lunes a lunes) ser un canal de expresión para la legítima aspiración ciudadana a que las autoridades rindan cuentas. Todavía no existían las leyes de transparencia. Hoy, la transparencia y la rendición de cuentas tiene más instrumentos para hacerse valer, pero no es suficiente para considerar efectivo el ejercicio de ese derecho. Juan Ciudadano, como seudónimo, en sí mismo representa una postura que va un poco más allá de lo editorial y, aunque en su momento hubo algunas críticas por su anonimato, realmente representa a un grupo de trabajo de un diario como Reforma. Su búsqueda, como en el caso del Fiscal sin Rostro, se encamina a un bien mayor, el acceso a la información pública y la rendición de cuentas. Como en el caso del Fiscal, no hay persona identificable, pero a diferencia de aquel, su desempeño es público a través de las entregas semanales a través de Reforma. En ese sentido, podríamos reconocer que en él aplica una de las políticas a seguir que menciona el periódico Tribuna, de Sonora, en sus principios éticos: “El periódico avala la calidad moral de los colaboradores que utilicen seudónimo, quienes también asumen estos principios éticos”.
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En enero de 1994, con el levantamiento zapatista, los pasamontañas se volvieron un ícono. Entre los muchos significados que se le dieron a su uso se encuentra el dar mayor relevancia a la causa de la lucha que a quien la encabeza. En materia de transparencia, al requerir información a una autoridad, resulta irrelevante conocer la identidad de quien la solicita, pues la información pública pertenece a todos y da lo mismo entregársela a Juan que a Pedro. Cuando los derechos son de todos, que una sola persona los reclame y logre hacerlos efectivos debe convertirse en la puerta de entrada a la posibilidad de que esos derechos se vuelvan comunes para todos…
POR CIERTO
En Proyecto Tábano hemos considerado abrir un espacio de expresión sin rostro para dar cauce a los resultados que, en el ejercicio del derecho de acceso a la información pública, logren nuestros colaboradores y también nuestros lectores que quieran compartir la información obtenida con el uso de leyes de transparencia, como ya ha ocurrido, por ejemplo con "Por aquí pasó la historia" y Congreso: La validez de justificantes balines. Se trata de un ejercicio que pretende ampliar la posibilidad de publicación de documentos públicos en este Sitio Web y de dar un nuevo impulso al propósito que nos fijamos desde el primer editorial de nuestro proyecto de versión impresa, sobre el que se trabaja para volver una realidad.
En un afán de coherencia con el concepto que maneja Proyecto Tábano, denominamos a esta sección El Zumbido, pues es ese ruido el que nos advierte de la presencia del tábano. Para no dejar sin autor a la sección, hemos adoptado el seudónimo Tieto, como una referencia con cierto sentido juguetón e infantil a la expresión con la que se pretende concluir cada uno de los textos: POR CIERTO. Expresado por un niño que apenas comienza a hablar, esa frase se escucharía así: Po Tieto. Una expresión que en su significado nos refiere igualmente a lo que viene exactamente después del zumbido, es decir, una conclusión. Si escucho un zumbido, por cierto, me percato de que anda cerca un tábano.
Seguimos, pues, fieles a la metáfora que inspira y guía la vieja inquietud que da origen a Proyecto Tábano para pretender contribuir a “que nuestros lectores tengan la oportunidad de saber la forma en que pueden ejercer ese derecho (de acceso a la información pública), que nos ayudará a estar despiertos, persuadidos de una visión crítica e informados para reprochar lo que el interés común nos exija”.