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Los riesgos del periodista en San Luis
Por JUAN ANTONIO GONZÁLEZ
Abril 4, 2011.
En el oficio del periodismo, los periodistas pueden enfrentar muchos riesgos, obvia decir que los corresponsales de guerra, los periodistas de investigación que escarban en el estercolero de la corrupción y los que hacen la cobertura de hechos criminales en busca de ir al fondo de los hechos, son los más susceptibles a sufrir un atentado.
Hay otros riesgos de no menor calibre a los que enfrenta el periodista en su actividad cotidiana.
Por ejemplo, el riesgo que le representa al intelecto las demagógicas respuestas de un funcionario que a luces dice más mentiras que un merolico de feria, o bien, el riesgo a perder la paciencia que representa la cobertura de una rueda de prensa mediocre.
Porque no, también está el riesgo de toparse ante un político beligerante de lengua ligera y modales de carretonero.
Hay el riesgo, en plena entrevista, de dar rienda suelta a la hilaridad ante ciertos servidores públicos cuya letanía de “propósitos”, “logros” y/o “propuestas, resultan más divertidas que un maratón de Los Simpsons.
Hay riesgos de todos los tamaños y sabores, desde que le griten “corrupto” al periodista o que le tilden de “amarra navajas”, “tendencioso”, “vendido”, “mentiroso” y tal, pero eso, cuando bien la va.
Incluso, se da el riesgo, de que las fuentes se mofen del periodista cuando éste se encuentra trabajando. Tal es el caso de las diputadas Ivett Salazar y Patricia Álvarez, quienes tuvieron a bien ridiculizar el trabajo reporteril.
En una entrevista a la diputada Álvarez, su homologa por el Partido Verde, Ivett Salazar, le tomó el micrófono a un reportero de televisión y entonces, confirmó que el trabajo de reportero es difícil pues resulta pesado cargar con el micro.
La diputada Álvarez le siguió el mal chiste y dijo y “por el sueldillo que les dan”. Vaya, ese si que es un riesgo mayor, tolerar a diputadas graciosas que se burlan del precario salario del periodista.
Pero, hay periodistas obsesionados con su oficio, hay periodistas elocuentes y críticos en sus artículos y en el trato con sus fuentes, hay periodistas que alimentan su pasión por el oficio en el escribir día a día, hay periodistas que escriben con furia y compromiso, que ejercen el oficio con determinación.
Eso, paradójicamente, también representa un riesgo.
De que hay riesgos, los hay, sino que lo diga Eduardo Delgado Torres, reportero del periódico Pulso.
Periodista combativo y critico, Delgado Torres con una larga trayectoria en el periodismo, ha sido corresponsal de Milenio, Jefe de Información de Tv Azteca, reportero del desaparecido periódico Momento y en dos etapas, reportero de Pulso.
Se le reconoce por su agudeza e irreverencia a la hora de cuestionar durante las entrevistas, lo cual, le ha convertido en un reportero “incómodo” lo que le ha valido ser cambiado de fuentes en distintas ocasiones. Los medios siempre cuidan sus intereses y Pulso no es la excepción.
A Eduardo Delgado le tocó en desgracia ser víctima de su forma de reportear, de su manera de dar cobertura a la fuente del ayuntamiento de la capital.
El secretario general del ayuntamiento, Emigdio Ilizalitturi Guzmán calificó al reportero como “imbécil” y “estúpido” y le ordenó a la directora de Asuntos Jurídicos, Marcela Patricia Gómez Sánchez que no le diera entrevista al reportero.
Gracias a que el periodista obtuvo una grabación en la que se escucharon los insultos del funcionario, logró elaborar una crónica que publicó Pulso en la que se dio cuenta de la agresión verbal.
De la publicación, se desprendió una ligera disculpa del funcionario público quien admitió que utilizó al referirse al reportero “una acepción no adecuada”.
La actitud de Ilizaliturri Guzmán es apenas una muestra del comportamiento de los funcionarios que en público glorifican a los reporteros y en privado los destrozan a tarascadas.
Se olvidan que el periodista es un representante de la sociedad y que es parte fundamental en la creación de la opinión pública respecto de determinados asuntos de interés general.
Se olvidan que el derecho a la información es un derecho constitucional y que no hay interés que valga para ordenar que alguien no informe.
Cuando el secretario general del municipio ordenó a la funcionaria que no diera entrevista, pasó por encima de la ley, sin ética ni respeto asumió una actitud autoritaria.
Frente a ello, llamó la atención de la actitud pusilánime de Pulso, medio que no defendió a su reportero al no presentar (que se sepa) una protesta formal por la agresión verbal. Se tomó como una anécdota, incluso chusca cuando había motivos para el reclamo justificado.
Eso no resulta ser una novedad, como suele suceder, los periodistas de la calle, los que andan detrás de la información, los que dan la cara del medio ante las fuentes, son los que menos importan.
Ojala y resulte aleccionador el incidente y que no se vuelva a repetir. Lo peor que se le puede hacer a un periodista es agredirle con la palabra viperina de políticos sin escrúpulos que se suben a un ladrillo y creen que están en la Muralla China.
Abril 4, 2011.
En el oficio del periodismo, los periodistas pueden enfrentar muchos riesgos, obvia decir que los corresponsales de guerra, los periodistas de investigación que escarban en el estercolero de la corrupción y los que hacen la cobertura de hechos criminales en busca de ir al fondo de los hechos, son los más susceptibles a sufrir un atentado.
Hay otros riesgos de no menor calibre a los que enfrenta el periodista en su actividad cotidiana.
Por ejemplo, el riesgo que le representa al intelecto las demagógicas respuestas de un funcionario que a luces dice más mentiras que un merolico de feria, o bien, el riesgo a perder la paciencia que representa la cobertura de una rueda de prensa mediocre.
Porque no, también está el riesgo de toparse ante un político beligerante de lengua ligera y modales de carretonero.
Hay el riesgo, en plena entrevista, de dar rienda suelta a la hilaridad ante ciertos servidores públicos cuya letanía de “propósitos”, “logros” y/o “propuestas, resultan más divertidas que un maratón de Los Simpsons.
Hay riesgos de todos los tamaños y sabores, desde que le griten “corrupto” al periodista o que le tilden de “amarra navajas”, “tendencioso”, “vendido”, “mentiroso” y tal, pero eso, cuando bien la va.
Incluso, se da el riesgo, de que las fuentes se mofen del periodista cuando éste se encuentra trabajando. Tal es el caso de las diputadas Ivett Salazar y Patricia Álvarez, quienes tuvieron a bien ridiculizar el trabajo reporteril.
En una entrevista a la diputada Álvarez, su homologa por el Partido Verde, Ivett Salazar, le tomó el micrófono a un reportero de televisión y entonces, confirmó que el trabajo de reportero es difícil pues resulta pesado cargar con el micro.
La diputada Álvarez le siguió el mal chiste y dijo y “por el sueldillo que les dan”. Vaya, ese si que es un riesgo mayor, tolerar a diputadas graciosas que se burlan del precario salario del periodista.
Pero, hay periodistas obsesionados con su oficio, hay periodistas elocuentes y críticos en sus artículos y en el trato con sus fuentes, hay periodistas que alimentan su pasión por el oficio en el escribir día a día, hay periodistas que escriben con furia y compromiso, que ejercen el oficio con determinación.
Eso, paradójicamente, también representa un riesgo.
De que hay riesgos, los hay, sino que lo diga Eduardo Delgado Torres, reportero del periódico Pulso.
Periodista combativo y critico, Delgado Torres con una larga trayectoria en el periodismo, ha sido corresponsal de Milenio, Jefe de Información de Tv Azteca, reportero del desaparecido periódico Momento y en dos etapas, reportero de Pulso.
Se le reconoce por su agudeza e irreverencia a la hora de cuestionar durante las entrevistas, lo cual, le ha convertido en un reportero “incómodo” lo que le ha valido ser cambiado de fuentes en distintas ocasiones. Los medios siempre cuidan sus intereses y Pulso no es la excepción.
A Eduardo Delgado le tocó en desgracia ser víctima de su forma de reportear, de su manera de dar cobertura a la fuente del ayuntamiento de la capital.
El secretario general del ayuntamiento, Emigdio Ilizalitturi Guzmán calificó al reportero como “imbécil” y “estúpido” y le ordenó a la directora de Asuntos Jurídicos, Marcela Patricia Gómez Sánchez que no le diera entrevista al reportero.
Gracias a que el periodista obtuvo una grabación en la que se escucharon los insultos del funcionario, logró elaborar una crónica que publicó Pulso en la que se dio cuenta de la agresión verbal.
De la publicación, se desprendió una ligera disculpa del funcionario público quien admitió que utilizó al referirse al reportero “una acepción no adecuada”.
La actitud de Ilizaliturri Guzmán es apenas una muestra del comportamiento de los funcionarios que en público glorifican a los reporteros y en privado los destrozan a tarascadas.
Se olvidan que el periodista es un representante de la sociedad y que es parte fundamental en la creación de la opinión pública respecto de determinados asuntos de interés general.
Se olvidan que el derecho a la información es un derecho constitucional y que no hay interés que valga para ordenar que alguien no informe.
Cuando el secretario general del municipio ordenó a la funcionaria que no diera entrevista, pasó por encima de la ley, sin ética ni respeto asumió una actitud autoritaria.
Frente a ello, llamó la atención de la actitud pusilánime de Pulso, medio que no defendió a su reportero al no presentar (que se sepa) una protesta formal por la agresión verbal. Se tomó como una anécdota, incluso chusca cuando había motivos para el reclamo justificado.
Eso no resulta ser una novedad, como suele suceder, los periodistas de la calle, los que andan detrás de la información, los que dan la cara del medio ante las fuentes, son los que menos importan.
Ojala y resulte aleccionador el incidente y que no se vuelva a repetir. Lo peor que se le puede hacer a un periodista es agredirle con la palabra viperina de políticos sin escrúpulos que se suben a un ladrillo y creen que están en la Muralla China.