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Los Presidenciales
Segunda parte
Por EDUARDO MARTÍNEZ BENAVENTE
Febrero 19, 2011
Haber confrontado a Josefina Vázquez Mota (JVM) con los otros aspirantes y precandidatos del PAN a la presidencia de la República, y haberlos vencido en una contienda previamente arreglada y ampliamente difundida, fue una exitosa operación política que logró posesionar a esta desangelada damita en el ánimo de muchos electores. Presentarla, a lo largo y ancho del país, como una opción viable, ajena a la tutela de Felipe Calderón y capaz de derrotar a cuanto varón le pongan enfrente, le permitió entrar de lleno a la competencia electoral en contra de los pesos completos de los otros partidos políticos.
Sigo creyendo que la señora Vázquez Mota fue en todo momento la candidata de Calderón, y que Ernesto Cordero fue un burdo simulador que se prestó a este engaño para que la señora acrecentara su diminuta figura. A Santiago Creel lo masacraron. No tuvieron piedad con él. Lo dejaron con el 6% de la votación. Sus simpatizantes se quejan de que no tuvo dinero para comprar el voto de los panistas, como lo hicieron los otros contendientes. Su coordinador en San Luis, el diputado con licencia Pedro Pablo Cepeda, le falló rotundamente. Quizás sea un adelanto de lo que le espera este domingo con sus aspiraciones al Senado. Pocas veces los pronósticos de los encuestadores habían estado tan errados, como en esta ocasión. Un ejemplo de su desatino, que se repitió en las otras casas encuestadoras, fue la que levantó Gea-Isa, unos días antes de la elección, pues le daba una ventaja a JVM de 46 puntos porcentuales sobre Ernesto Cordero, su más cercano rival. El cómputo oficial marcó tan sólo una diferencia de 13.8%, entre el primero y segundo lugar. Casi 33 puntos de error. ¿Habrá alguien que todavía siga creyendo que los números de los encuestadores son infalibles o que no están orientados para favorecer a determinado candidato?
La candidata del PAN no tiene el oficio ni el carácter que se requieren para dirigir un país con tantos conflictos y demandas como el nuestro. Es una mujer mediocre, frágil y sin ideas propias, que se compromete a mantener la misma política que Calderón en contra del crimen organizado, por lo que nos esperaría otro sexenio de violencia e inseguridad. Promete modificar la Ley Laboral para crear más empleos, pero cuando fue coordinadora de la fracción panista fue incapaz de sacar adelante ésta y otras importantes reformas, independientemente de que sólo estuvo presente en 8 de las 134 votaciones que se realizaron en el primer semestre de 2011 en la Cámara de Diputados. No desconozco la mecánica del quehacer legislativo, pero es inaceptable tanto ausentismo, por lo menos debió estar presente en esos momentos para dar una imagen de solidaridad y disciplina con la fracción que coordinaba. No tengo nada en contra de las mujeres, al contrario, hay muchas a las que admiro porque están dotadas de los atributos necesarios que les permiten llevar a cabo cualquier empresa, en muchos casos hasta mejor que un hombre, pero no esta señora.
Nos abruma con su discurso, falso y cursi, de querer establecer un gobierno maternal en el que nos cuidaría como a sus hijas. Es repugnante utilizar como instrumento político su condición de esposa y madre y estar permanentemente consciente de su género. Presumir a su familia como modelo y ejemplo de su política es muy riesgoso porque de ahora en adelante todos sus movimientos y antecedentes serán cuidadosamente observados. Como si en las responsabilidades que ha tenido en el gobierno federal hubiera destacado por su talento y eficiencia. Cuando estuvo al frente de la Secretaría de Desarrollo Social, se cometieron fraudes millonarios que quedaron impunes a pesar de que fueron debidamente documentados, como el del Programa de Vivienda Rural. El número de pobres creció lastimosamente. Durante la administración de Vicente Fox desvió recursos de los programas sociales para financiar la campaña de Felipe Calderón, como se lo acaba de recordar López Obrador.
La Secretaría de Educación a su cargo fue un verdadero desastre. Fue incapaz de mejorar la calidad educativa. Los secretarios de Educación de los estados le rendían a Elba Esther Gordillo y no a ella. Ni siquiera tuvo el valor de enfrentarse con decisión a la cacique del sindicato de maestros, a quien le toleró que siguiera saqueando las arcas públicas. Salió botada de su cargo cuando intentó -tímidamente- reclamarle. No pudo inferirle el menor daño. Recuerdo el evento en el que Felipe Calderón, para complacer a la maestra, anunció públicamente que Vázquez Mota –que estaba ahí presente- dejaba la Secretaría de Educación. La noticia la impactó de tal manera que se le doblaron las piernitas, y antes de que se desvaneciera le arrimaron una silla para que se sentara. O quién no recuerda las incoherencias que pronunció en una de las últimas entrevista radiofónicas que se le hicieron durante su campaña de proselitismo, y que más tarde trató de justificar con el argumento de que estaba muy cansada y que sus desvaríos se debían a que la noche anterior no pudo dormir por atender la enfermedad de una de sus hijas. Los electores deben de considerar que una persona que no tiene la fortaleza física y emocional para resistir esta clase de presiones, no podrá con los cientos de problemas a los que se ve permanentemente sometido el titular del Poder Ejecutivo, a menos que sus responsabilidades las delegue a los subordinados, entre los que podríamos ver, en puestos menores o legislativos, a los potosinos más cercanos a la señora: Ramón Zamanillo, Francisco Javier Salazar -padre e hijo-, Octavio Pedroza, Juan Pablo Escobar, Héctor Mendizábal, Sonia Mendoza, Marco Antonio Gama, y a lo mejor, hasta al ex gobernador Marcelo de los Santos.
La misión ahora es sacar al PAN de Los Pinos. Un partido que decepcionó a la mayoría de los mexicanos porque no aprovechó la alternancia en el poder para combatir la corrupción y reducir las abismales diferencias sociales. Un partido que no castigó las fechorías de los delincuentes del viejo régimen. Un partido que nos involucró en una cruenta guerra contra el crimen organizado que no puede ganar y no sabe cómo terminar. Un partido con estos resultados no merece otra oportunidad para gobernarnos.
Por EDUARDO MARTÍNEZ BENAVENTE
Febrero 19, 2011
Haber confrontado a Josefina Vázquez Mota (JVM) con los otros aspirantes y precandidatos del PAN a la presidencia de la República, y haberlos vencido en una contienda previamente arreglada y ampliamente difundida, fue una exitosa operación política que logró posesionar a esta desangelada damita en el ánimo de muchos electores. Presentarla, a lo largo y ancho del país, como una opción viable, ajena a la tutela de Felipe Calderón y capaz de derrotar a cuanto varón le pongan enfrente, le permitió entrar de lleno a la competencia electoral en contra de los pesos completos de los otros partidos políticos.
Sigo creyendo que la señora Vázquez Mota fue en todo momento la candidata de Calderón, y que Ernesto Cordero fue un burdo simulador que se prestó a este engaño para que la señora acrecentara su diminuta figura. A Santiago Creel lo masacraron. No tuvieron piedad con él. Lo dejaron con el 6% de la votación. Sus simpatizantes se quejan de que no tuvo dinero para comprar el voto de los panistas, como lo hicieron los otros contendientes. Su coordinador en San Luis, el diputado con licencia Pedro Pablo Cepeda, le falló rotundamente. Quizás sea un adelanto de lo que le espera este domingo con sus aspiraciones al Senado. Pocas veces los pronósticos de los encuestadores habían estado tan errados, como en esta ocasión. Un ejemplo de su desatino, que se repitió en las otras casas encuestadoras, fue la que levantó Gea-Isa, unos días antes de la elección, pues le daba una ventaja a JVM de 46 puntos porcentuales sobre Ernesto Cordero, su más cercano rival. El cómputo oficial marcó tan sólo una diferencia de 13.8%, entre el primero y segundo lugar. Casi 33 puntos de error. ¿Habrá alguien que todavía siga creyendo que los números de los encuestadores son infalibles o que no están orientados para favorecer a determinado candidato?
La candidata del PAN no tiene el oficio ni el carácter que se requieren para dirigir un país con tantos conflictos y demandas como el nuestro. Es una mujer mediocre, frágil y sin ideas propias, que se compromete a mantener la misma política que Calderón en contra del crimen organizado, por lo que nos esperaría otro sexenio de violencia e inseguridad. Promete modificar la Ley Laboral para crear más empleos, pero cuando fue coordinadora de la fracción panista fue incapaz de sacar adelante ésta y otras importantes reformas, independientemente de que sólo estuvo presente en 8 de las 134 votaciones que se realizaron en el primer semestre de 2011 en la Cámara de Diputados. No desconozco la mecánica del quehacer legislativo, pero es inaceptable tanto ausentismo, por lo menos debió estar presente en esos momentos para dar una imagen de solidaridad y disciplina con la fracción que coordinaba. No tengo nada en contra de las mujeres, al contrario, hay muchas a las que admiro porque están dotadas de los atributos necesarios que les permiten llevar a cabo cualquier empresa, en muchos casos hasta mejor que un hombre, pero no esta señora.
Nos abruma con su discurso, falso y cursi, de querer establecer un gobierno maternal en el que nos cuidaría como a sus hijas. Es repugnante utilizar como instrumento político su condición de esposa y madre y estar permanentemente consciente de su género. Presumir a su familia como modelo y ejemplo de su política es muy riesgoso porque de ahora en adelante todos sus movimientos y antecedentes serán cuidadosamente observados. Como si en las responsabilidades que ha tenido en el gobierno federal hubiera destacado por su talento y eficiencia. Cuando estuvo al frente de la Secretaría de Desarrollo Social, se cometieron fraudes millonarios que quedaron impunes a pesar de que fueron debidamente documentados, como el del Programa de Vivienda Rural. El número de pobres creció lastimosamente. Durante la administración de Vicente Fox desvió recursos de los programas sociales para financiar la campaña de Felipe Calderón, como se lo acaba de recordar López Obrador.
La Secretaría de Educación a su cargo fue un verdadero desastre. Fue incapaz de mejorar la calidad educativa. Los secretarios de Educación de los estados le rendían a Elba Esther Gordillo y no a ella. Ni siquiera tuvo el valor de enfrentarse con decisión a la cacique del sindicato de maestros, a quien le toleró que siguiera saqueando las arcas públicas. Salió botada de su cargo cuando intentó -tímidamente- reclamarle. No pudo inferirle el menor daño. Recuerdo el evento en el que Felipe Calderón, para complacer a la maestra, anunció públicamente que Vázquez Mota –que estaba ahí presente- dejaba la Secretaría de Educación. La noticia la impactó de tal manera que se le doblaron las piernitas, y antes de que se desvaneciera le arrimaron una silla para que se sentara. O quién no recuerda las incoherencias que pronunció en una de las últimas entrevista radiofónicas que se le hicieron durante su campaña de proselitismo, y que más tarde trató de justificar con el argumento de que estaba muy cansada y que sus desvaríos se debían a que la noche anterior no pudo dormir por atender la enfermedad de una de sus hijas. Los electores deben de considerar que una persona que no tiene la fortaleza física y emocional para resistir esta clase de presiones, no podrá con los cientos de problemas a los que se ve permanentemente sometido el titular del Poder Ejecutivo, a menos que sus responsabilidades las delegue a los subordinados, entre los que podríamos ver, en puestos menores o legislativos, a los potosinos más cercanos a la señora: Ramón Zamanillo, Francisco Javier Salazar -padre e hijo-, Octavio Pedroza, Juan Pablo Escobar, Héctor Mendizábal, Sonia Mendoza, Marco Antonio Gama, y a lo mejor, hasta al ex gobernador Marcelo de los Santos.
La misión ahora es sacar al PAN de Los Pinos. Un partido que decepcionó a la mayoría de los mexicanos porque no aprovechó la alternancia en el poder para combatir la corrupción y reducir las abismales diferencias sociales. Un partido que no castigó las fechorías de los delincuentes del viejo régimen. Un partido que nos involucró en una cruenta guerra contra el crimen organizado que no puede ganar y no sabe cómo terminar. Un partido con estos resultados no merece otra oportunidad para gobernarnos.