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Los Presidenciales
Por EDUARDO MARTÍNEZ BENAVENTE
Febrero 12, 2011
Ninguno de los precandidatos que se disputan la presidencia de la República puede alardear hoy, a menos de cinco meses de la jornada electoral, que tiene el triunfo asegurado, independientemente de lo que digan las encuestas. Todavía falta mucho camino por recorrer y los tropiezos y zancadillas están al orden del día. Las encuestas que se han publicando, incluidas las de Mitofsky, son parciales y tendenciosas porque lo que están midiendo en este momento es el voto duro o leal, muchas veces inamovible, con el que cuentan los partidos, y el de aquellos electores que contestan por miedo a perder los beneficios de algún programa de gobierno. Mitofsky reconoció en una de sus últimas encuestas que el 51.70% de los entrevistados rechazó la entrevista y que otro 20% manifestó que no tiene preferencia por candidato alguno. Con el resto de los encuestados fijó sus cifras, en las que el PRI dobla a los otros dos partidos.
Sin embargo, los medidores que se están dando a conocer pueden ser desmoralizadores para unos y esperanzadores para otros porque pocos reparan en esta advertencia. Creo que si la participación ciudadana es numerosa y alcanza un 70% o más del padrón electoral, el resultado final se sabría hasta después del primer domingo de julio. No hay que perder de vista que en todos las entidades, sobre todo en las áreas rurales, existen cientos de casillas “vulnerables” en las que los funcionarios de las mismas, controladas por caciques, comisariados ejidales y maestros, entre otros; pueden manipular fácilmente los resultados, y en las que los partidos de oposición no tienen representantes o los que registran, muchas veces son paleros. Los efectos de estas acciones fraudulentas sólo se pueden minimizar con la participación masiva de la ciudadanía. Los procesos electorales no pueden ser limpios ni democráticos en un país, como el nuestro, en el que más de la mitad de los mexicanos vive en una situación de pobreza.
San Luis Potosí contribuyó, según los números oficiales, con 462,329 votos al triunfo del candidato del PAN en las elecciones del 2006, de los que se pudieron distinguir, por lo menos, 100,000 votos atípicos que se depositaron en las urnas. De tal manera que el estado, después de Guanajuato, fue el que le sumó –proporcionalmente- más votos a la causa de Felipe Calderón. La contribución potosina fue determinante en un resultado en el que la diferencia entre el primero y el segundo lugar fue de apenas un 0.56%, pues nuestra entidad, representando el 2.23% de la lista nominal de electores del país aportó el 3.08% a la contabilidad del panista. Como también es atípico e increíble el resultado que obtuvo en nuestra entidad la mustia precandidata del PAN a la presidencia de la República, Josefina Vázquez Mota, a la que le reconocieron 13,758 votos de los 21,957 que se emitieron, en una votación en la que sólo sufragó el 30% del padrón panista, pero que en municipios como Xilitla y Tierra Nueva, el panismo se desbordó acudiendo a las urnas el 90% de sus afiliados. Habrá que esperar todavía si el partido de la líderesa del sindicato de maestros le suma un cuarto candidato a la contienda o si se adhiere a la propuesta priista.
Estamos inmersos en una disputa en la que la mayoría de los mexicanos vamos a acabar hastiados por el despilfarro, machaconería y abuso de la propaganda electoral de los candidatos a la presidencia, senado, diputaciones y ayuntamientos. En la que ninguna autoridad electoral se atreverá a sacar tarjetas amarillas de advertencia o rojas de expulsión a aquellos candidatos que rebasen los topes de los gastos de campaña permitidos por la Ley o utilicen recursos ilegales para su promoción. En la que la difusión y exposición de las imágenes y voces, principalmente de los candidatos del PRI y del PAN, tendrá una cobertura aplastante y fraudulenta en los medios electrónicos, pues su publicidad estará, muchas veces, disfrazada de notas informativas y entrevistas en las que se ensalzarán sus supuestas virtudes y actividades, y se ocultarán sus errores y defectos, pues tanto el candidato del PRI como la del PAN le garantizan a los consorcios televisivos la permanencia y mejoramiento de sus intereses. El primero como producto vano de la publicidad de esas empresas y la segunda como ex empleada de los organismos empresariales. En una sociedad inculta y superficial como la nuestra es muy fácil que la televisión nos manipule y venda las ofertas de sus productos chatarra.
Parafraseando al diario “Los Angeles Times”, que calificó a Enrique Peña Nieto como “Bello pero superficial”, después del tropezón que sufrió en la Feria del Libro de Guadalajara, muchos lo podemos conceptuar por esto y por los otros riegues que se le han ido acumulando, como “Carita pero hueco” porque ha demostrado su incultura y su incapacidad para improvisar y salir bien librado de situaciones aparentemente fáciles con preguntas que más bien parecían que estaban formuladas para que se luciera. Nos preocupa la nueva generación de votantes, los que eran niños cuando el PRI dejó de gobernar y no conocieron los estragos y abusos que cometieron los presidentes que emanaron de ese partido. Nos preocupa que su frustración por la falta de empleo y oportunidades y por el clima de violencia que padecen los induzca a votar por un candidato que parece haberlos deslumbrado, sin advertir que es la cara de un grupo mafioso que se entronizaría en el poder por muchos sexenios. Son muy pocos los potosinos a los que se les conoce una liga de amistad con el candidato priista, si acaso, un empresario hospitalario, otro que es propietario de uno de los mejores camping de México, al que asistían sus hijos; y el diputado José Ramón Martel, que no logró su nominación como candidato al Senado de la República. Con el gobernador del Estado mantiene una buena relación, aunque el mexiquense, al que le decían “Peñita” se refiere a él, en privado, como “Fernandito, presumiendo que gracias a su intervención pudo derrotar a Alejandro Zapata, pues estuvo a punto de perder la elección.
Febrero 12, 2011
Ninguno de los precandidatos que se disputan la presidencia de la República puede alardear hoy, a menos de cinco meses de la jornada electoral, que tiene el triunfo asegurado, independientemente de lo que digan las encuestas. Todavía falta mucho camino por recorrer y los tropiezos y zancadillas están al orden del día. Las encuestas que se han publicando, incluidas las de Mitofsky, son parciales y tendenciosas porque lo que están midiendo en este momento es el voto duro o leal, muchas veces inamovible, con el que cuentan los partidos, y el de aquellos electores que contestan por miedo a perder los beneficios de algún programa de gobierno. Mitofsky reconoció en una de sus últimas encuestas que el 51.70% de los entrevistados rechazó la entrevista y que otro 20% manifestó que no tiene preferencia por candidato alguno. Con el resto de los encuestados fijó sus cifras, en las que el PRI dobla a los otros dos partidos.
Sin embargo, los medidores que se están dando a conocer pueden ser desmoralizadores para unos y esperanzadores para otros porque pocos reparan en esta advertencia. Creo que si la participación ciudadana es numerosa y alcanza un 70% o más del padrón electoral, el resultado final se sabría hasta después del primer domingo de julio. No hay que perder de vista que en todos las entidades, sobre todo en las áreas rurales, existen cientos de casillas “vulnerables” en las que los funcionarios de las mismas, controladas por caciques, comisariados ejidales y maestros, entre otros; pueden manipular fácilmente los resultados, y en las que los partidos de oposición no tienen representantes o los que registran, muchas veces son paleros. Los efectos de estas acciones fraudulentas sólo se pueden minimizar con la participación masiva de la ciudadanía. Los procesos electorales no pueden ser limpios ni democráticos en un país, como el nuestro, en el que más de la mitad de los mexicanos vive en una situación de pobreza.
San Luis Potosí contribuyó, según los números oficiales, con 462,329 votos al triunfo del candidato del PAN en las elecciones del 2006, de los que se pudieron distinguir, por lo menos, 100,000 votos atípicos que se depositaron en las urnas. De tal manera que el estado, después de Guanajuato, fue el que le sumó –proporcionalmente- más votos a la causa de Felipe Calderón. La contribución potosina fue determinante en un resultado en el que la diferencia entre el primero y el segundo lugar fue de apenas un 0.56%, pues nuestra entidad, representando el 2.23% de la lista nominal de electores del país aportó el 3.08% a la contabilidad del panista. Como también es atípico e increíble el resultado que obtuvo en nuestra entidad la mustia precandidata del PAN a la presidencia de la República, Josefina Vázquez Mota, a la que le reconocieron 13,758 votos de los 21,957 que se emitieron, en una votación en la que sólo sufragó el 30% del padrón panista, pero que en municipios como Xilitla y Tierra Nueva, el panismo se desbordó acudiendo a las urnas el 90% de sus afiliados. Habrá que esperar todavía si el partido de la líderesa del sindicato de maestros le suma un cuarto candidato a la contienda o si se adhiere a la propuesta priista.
Estamos inmersos en una disputa en la que la mayoría de los mexicanos vamos a acabar hastiados por el despilfarro, machaconería y abuso de la propaganda electoral de los candidatos a la presidencia, senado, diputaciones y ayuntamientos. En la que ninguna autoridad electoral se atreverá a sacar tarjetas amarillas de advertencia o rojas de expulsión a aquellos candidatos que rebasen los topes de los gastos de campaña permitidos por la Ley o utilicen recursos ilegales para su promoción. En la que la difusión y exposición de las imágenes y voces, principalmente de los candidatos del PRI y del PAN, tendrá una cobertura aplastante y fraudulenta en los medios electrónicos, pues su publicidad estará, muchas veces, disfrazada de notas informativas y entrevistas en las que se ensalzarán sus supuestas virtudes y actividades, y se ocultarán sus errores y defectos, pues tanto el candidato del PRI como la del PAN le garantizan a los consorcios televisivos la permanencia y mejoramiento de sus intereses. El primero como producto vano de la publicidad de esas empresas y la segunda como ex empleada de los organismos empresariales. En una sociedad inculta y superficial como la nuestra es muy fácil que la televisión nos manipule y venda las ofertas de sus productos chatarra.
Parafraseando al diario “Los Angeles Times”, que calificó a Enrique Peña Nieto como “Bello pero superficial”, después del tropezón que sufrió en la Feria del Libro de Guadalajara, muchos lo podemos conceptuar por esto y por los otros riegues que se le han ido acumulando, como “Carita pero hueco” porque ha demostrado su incultura y su incapacidad para improvisar y salir bien librado de situaciones aparentemente fáciles con preguntas que más bien parecían que estaban formuladas para que se luciera. Nos preocupa la nueva generación de votantes, los que eran niños cuando el PRI dejó de gobernar y no conocieron los estragos y abusos que cometieron los presidentes que emanaron de ese partido. Nos preocupa que su frustración por la falta de empleo y oportunidades y por el clima de violencia que padecen los induzca a votar por un candidato que parece haberlos deslumbrado, sin advertir que es la cara de un grupo mafioso que se entronizaría en el poder por muchos sexenios. Son muy pocos los potosinos a los que se les conoce una liga de amistad con el candidato priista, si acaso, un empresario hospitalario, otro que es propietario de uno de los mejores camping de México, al que asistían sus hijos; y el diputado José Ramón Martel, que no logró su nominación como candidato al Senado de la República. Con el gobernador del Estado mantiene una buena relación, aunque el mexiquense, al que le decían “Peñita” se refiere a él, en privado, como “Fernandito, presumiendo que gracias a su intervención pudo derrotar a Alejandro Zapata, pues estuvo a punto de perder la elección.