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"Los renglones torcidos de Dios"
Por EDUARDO MARTÍNEZ BENAVENTE
Mayo 30, 2010N
No puedo dejar de dar gracias a Dios porque Él ha querido servirse de mí como instrumento para colaborar en su plan de redención de los hombres a través de la Legión y del Regnum Christi”. Así se refiere Marcial Maciel a su fundación en su libro guía “Mi vida es Cristo”. Todos aquellos que creen en la predestinación divina seguramente que compartirán este pensamiento del fundador de los Legionarios de Cristo para tratar de entender, cómo, una persona retorcida y perversa, pudo crear una empresa -hecha en México- en la que militan 800 sacerdotes, 50 mil miembros afiliados a su organización laica y más de 160 mil estudiantes esparcidos en 22 países, con más de 200 escuelas y universidades. Creo que muy pocas personas se atreverían a contradecir con argumentos y razones de peso el balance positivo de una obra de esas dimensiones.
Todavía no podemos calcular el daño que la inescrupulosa conducta de Maciel le causó a su obra, Es muy pronto para medir los estragos que han sufrido los Legionarios de Cristo y el Movimiento de apostolado Regnum Christi en San Luís Potosí, y en todos los otros lugares en los que tienen presencia. Los maestros locales con los que hemos platicado sobre el tema nos aseguran que no han sufrido bajas en el alumnado y que sus colegios funcionan con normalidad y a toda su capacidad a pesar del fenomenal escándalo que ha provocado la confirmación del trastorno sexual de su fundador y el descubrimiento de los detalles escabrosos de su doble vida. Nos confirman que sus retratos fueron descolgados de las paredes de las oficinas de la dirección de los colegios -único lugar en el que se encontraban- desde el momento en que el papa Benedicto XVI le ordenó que se retirara a una vida reservada de oración y penitencia, renunciando al ejercicio sacerdotal, a partir de entonces –nos explican- se dejó de hablar de él como un modelo de vida ejemplar al que había que seguir. Los legionarios de la Universidad Anáhuac de la ciudad de México –su principal centro educativo- tampoco están muy consternados con lo que ha ocurrido, como lo pudieron demostrar el 3 de marzo pasado, en un evento, en el que en sus instalaciones se presentó el show de Alejandro Fernández, para celebrar un año más de su fundación, y al que asistieron miles de estudiantes y maestros; el mismo día, por cierto, en el que el Vaticano daba a conocer las conclusiones de sus auditores que apuntaban que “los comportamientos inmorales de Maciel son auténticos delitos y manifiestan una vida carente de escrúpulos y de genuino sentimiento religioso”.
Los Legionarios de Cristo cuentan en la entidad potosina con una pequeña comunidad de sacerdotes que administran dos de los colegios más elitistas de la capital del estado: el Instituto Andes, para varones y el Colegio del Bosque, para niñas; más la Universidad Interamericana para el Desarrollo (UNID). Llegaron a San Luis Potosí a finales de la década de los ochenta por invitación de un grupo de padres de familia, entre los que destacan los empresarios Javier Torre López y Carlos Gerardo López Medina, así como dos de las hermanas Corripio Andrés, sobrinas del finado cardenal Ernesto Corripio. Se instalaron originalmente en una casa habitación por el rumbo de Las Lomas; posteriormente se cambiaron a las que habían sido las oficinas administrativas del “chato” López en Sierra Leona y Kelut; y unos años después construirían los funcionales colegios que actualmente ocupan, con los donativos de algunas de las familias más pudientes de nuestra sociedad que se encargaron de proveerlos hasta de los más mínimos detalles. Los Legionarios, como los miembros del Opus Dei llegaron a ocupar en muchas plazas el hueco que dejaron los jesuitas, en una época en la que desde el Vaticano se satanizó a los teólogos de la Liberación y se dejó a su suerte a las comunidades eclesiales de base. El conservadurismo de la extrema derecha de la Iglesia Católica predominó y llenó todos esos vacíos, y desde entonces se dejaron de nombrar obispos con una orientación de izquierda, los que se han caracterizado por su compromiso social con la gente pobre y por sus críticas a los malos gobernantes.
Como en otros momentos de la historia aciaga de México, en estos, el alto clero se ha plegado al poder político y económico perdiendo su credibilidad, su autoridad moral y a muchos feligreses. Los escándalos por el abuso sexual que han cometido algunos sacerdotes en perjuicio de menores de edad, y el encubrimiento de sus ilícitos por parte de sus superiores, los tiene sumidos en la peor de las crisis que hayan vivido en los últimos siglos; y lo peor del caso es que estas acusaciones dañan también el prestigio y el trabajo de muchos otros sacerdotes que han mantenido una conducta proba y ejemplar. No nos extrañaría que las vocaciones sacerdotales disminuyan todavía más en calidad y cantidad, cuando hasta hace poco era motivo de orgullo tener un hijo en el seminario y no se diga a un hijo sacerdote.
La historia nos enseña que a la Iglesia cuando se le persigue, cuando se le atosiga, cuando no contemporiza con el poder, es cuando crece y se fortalece. Afortunadamente en México, en el México pobre, en el México indígena, la mayoría de la población es guadalupana. Lo que hagan o dejen de hacer los curas poco les interesa. La gente necesita creer en algo, y aún cuando el ex abad de la basílica, Guillermo Schulemberg haya desconocido la existencia de Juan Diego y asegurado que la imagen de la Virgen de Guadalupe era “producto de una mano indígena y no de un milagro”, nadie le hizo caso y siguieron creyendo en ella. En todos los estratos de nuestra sociedad los sacerdotes siguen y seguirán teniendo una enorme relevancia. Los mexicanos celebran sus acontecimientos sociales y religiosos más importantes, como bautismos, confirmaciones, primeras comuniones, quince años, bodas, misas de graduación y de difuntos, ante la presencia imprescindible de un padre, aunque la fe y la conducta del sacerdote celebrante, de los festejados y de los padrinos no sea ni la más apropiada y menos la más ejemplar.
Mayo 30, 2010N
No puedo dejar de dar gracias a Dios porque Él ha querido servirse de mí como instrumento para colaborar en su plan de redención de los hombres a través de la Legión y del Regnum Christi”. Así se refiere Marcial Maciel a su fundación en su libro guía “Mi vida es Cristo”. Todos aquellos que creen en la predestinación divina seguramente que compartirán este pensamiento del fundador de los Legionarios de Cristo para tratar de entender, cómo, una persona retorcida y perversa, pudo crear una empresa -hecha en México- en la que militan 800 sacerdotes, 50 mil miembros afiliados a su organización laica y más de 160 mil estudiantes esparcidos en 22 países, con más de 200 escuelas y universidades. Creo que muy pocas personas se atreverían a contradecir con argumentos y razones de peso el balance positivo de una obra de esas dimensiones.
Todavía no podemos calcular el daño que la inescrupulosa conducta de Maciel le causó a su obra, Es muy pronto para medir los estragos que han sufrido los Legionarios de Cristo y el Movimiento de apostolado Regnum Christi en San Luís Potosí, y en todos los otros lugares en los que tienen presencia. Los maestros locales con los que hemos platicado sobre el tema nos aseguran que no han sufrido bajas en el alumnado y que sus colegios funcionan con normalidad y a toda su capacidad a pesar del fenomenal escándalo que ha provocado la confirmación del trastorno sexual de su fundador y el descubrimiento de los detalles escabrosos de su doble vida. Nos confirman que sus retratos fueron descolgados de las paredes de las oficinas de la dirección de los colegios -único lugar en el que se encontraban- desde el momento en que el papa Benedicto XVI le ordenó que se retirara a una vida reservada de oración y penitencia, renunciando al ejercicio sacerdotal, a partir de entonces –nos explican- se dejó de hablar de él como un modelo de vida ejemplar al que había que seguir. Los legionarios de la Universidad Anáhuac de la ciudad de México –su principal centro educativo- tampoco están muy consternados con lo que ha ocurrido, como lo pudieron demostrar el 3 de marzo pasado, en un evento, en el que en sus instalaciones se presentó el show de Alejandro Fernández, para celebrar un año más de su fundación, y al que asistieron miles de estudiantes y maestros; el mismo día, por cierto, en el que el Vaticano daba a conocer las conclusiones de sus auditores que apuntaban que “los comportamientos inmorales de Maciel son auténticos delitos y manifiestan una vida carente de escrúpulos y de genuino sentimiento religioso”.
Los Legionarios de Cristo cuentan en la entidad potosina con una pequeña comunidad de sacerdotes que administran dos de los colegios más elitistas de la capital del estado: el Instituto Andes, para varones y el Colegio del Bosque, para niñas; más la Universidad Interamericana para el Desarrollo (UNID). Llegaron a San Luis Potosí a finales de la década de los ochenta por invitación de un grupo de padres de familia, entre los que destacan los empresarios Javier Torre López y Carlos Gerardo López Medina, así como dos de las hermanas Corripio Andrés, sobrinas del finado cardenal Ernesto Corripio. Se instalaron originalmente en una casa habitación por el rumbo de Las Lomas; posteriormente se cambiaron a las que habían sido las oficinas administrativas del “chato” López en Sierra Leona y Kelut; y unos años después construirían los funcionales colegios que actualmente ocupan, con los donativos de algunas de las familias más pudientes de nuestra sociedad que se encargaron de proveerlos hasta de los más mínimos detalles. Los Legionarios, como los miembros del Opus Dei llegaron a ocupar en muchas plazas el hueco que dejaron los jesuitas, en una época en la que desde el Vaticano se satanizó a los teólogos de la Liberación y se dejó a su suerte a las comunidades eclesiales de base. El conservadurismo de la extrema derecha de la Iglesia Católica predominó y llenó todos esos vacíos, y desde entonces se dejaron de nombrar obispos con una orientación de izquierda, los que se han caracterizado por su compromiso social con la gente pobre y por sus críticas a los malos gobernantes.
Como en otros momentos de la historia aciaga de México, en estos, el alto clero se ha plegado al poder político y económico perdiendo su credibilidad, su autoridad moral y a muchos feligreses. Los escándalos por el abuso sexual que han cometido algunos sacerdotes en perjuicio de menores de edad, y el encubrimiento de sus ilícitos por parte de sus superiores, los tiene sumidos en la peor de las crisis que hayan vivido en los últimos siglos; y lo peor del caso es que estas acusaciones dañan también el prestigio y el trabajo de muchos otros sacerdotes que han mantenido una conducta proba y ejemplar. No nos extrañaría que las vocaciones sacerdotales disminuyan todavía más en calidad y cantidad, cuando hasta hace poco era motivo de orgullo tener un hijo en el seminario y no se diga a un hijo sacerdote.
La historia nos enseña que a la Iglesia cuando se le persigue, cuando se le atosiga, cuando no contemporiza con el poder, es cuando crece y se fortalece. Afortunadamente en México, en el México pobre, en el México indígena, la mayoría de la población es guadalupana. Lo que hagan o dejen de hacer los curas poco les interesa. La gente necesita creer en algo, y aún cuando el ex abad de la basílica, Guillermo Schulemberg haya desconocido la existencia de Juan Diego y asegurado que la imagen de la Virgen de Guadalupe era “producto de una mano indígena y no de un milagro”, nadie le hizo caso y siguieron creyendo en ella. En todos los estratos de nuestra sociedad los sacerdotes siguen y seguirán teniendo una enorme relevancia. Los mexicanos celebran sus acontecimientos sociales y religiosos más importantes, como bautismos, confirmaciones, primeras comuniones, quince años, bodas, misas de graduación y de difuntos, ante la presencia imprescindible de un padre, aunque la fe y la conducta del sacerdote celebrante, de los festejados y de los padrinos no sea ni la más apropiada y menos la más ejemplar.