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"Vuelta en U"
Segunda y útlima parte
Por EDUARDO MARTÍNEZ BENAVENTE
Julio 10, 2011
“Vuelta en U” es un texto complementario de “La Transición en México”, en el que el investigador y activista Sergio Aguayo Quesada desmenuza los movimientos sociales y políticos que más han impactado a nuestra sociedad en los últimos 100 años, así como los incidentes y resultados de las elecciones más controvertidas durante ese período para poder así explicar el funcionamiento de nuestra democracia; pero es también una obra con una buena dosis de optimismo que aporta una serie de propuestas prácticas para reactivar la democracia estancada y vapuleada. Una democracia en la que el autor no se queda nada más en el plano de lo electoral sino que abarca otros temas centrales que preocupan a la ciudadana como son la transparencia, la rendición de cuentas, la defensa de los derechos humanos, el medio ambiente, la seguridad y hasta una más justa distribución del ingreso.
Es un trabajo que revalúa la participación ciudadana en la lucha por la democracia como un instrumento con el que se puede lograr ese objetivo, y en el que el historiador anima y aconseja a todos aquellos que participan en este esfuerzo, compartiendo sus experiencias y conocimientos en la materia.
“Vuela en U” es un recuento histórico que explica cómo se han logrado los avances de esa transición, pero que advierte sobre las acciones y señales que indican que se ha comenzado a desandar el camino. El planteamiento de Sergio Aguayo resulta consistente cuando propone que son las organizaciones de la sociedad civil las que deben reactivar el proceso democrático y detonar el cambio en el país; aunque reconoce que “el mexicano común se doblega ante el poderoso y se resigna ante la injusticia”; menciona que “en 2006 un 16 por ciento participa en manifestaciones legales; lo que significó un incremento de ocho puntos frente a 1981. En 2008, la encuesta de Reforma asegura que un 17 por ciento de los mexicanos evalúa a Calderón con base en sus resultados, los demás en elementos subjetivos y triviales. En otras palabras, alrededor de 17 millones de personas incorporan criterios objetivos a sus juicios sobre la vida pública y están dispuestos a 'hacer algo'".
“Las pequeñas victorias –asegura el autor- afianzan la certidumbre de que la inconformidad sí funciona”. Desde la óptica optimista, que es la que adopta Aguayo, las expectativas están abiertas, pero si se toma en cuenta la propia caracterización que el escritor hace de los funcionarios públicos, encontraríamos que la efectividad de la participación ciudadana queda condicionada o limitada al tipo de autoridad que le toque como interlocutor.
Si la corrección del proceso de transición a la democracia pasa por reactivar la participación ciudadana y la efectividad de ésta depende del tipo de interlocutor al que se enfrenten, al obstáculo que de por sí representa la apatía de la población que, según menciona, hay un 17 por ciento dispuesta a “hacer algo”, habrá que sumar la impresión de que los puestos públicos cada vez se encuentran ocupados por una mayoría de personajes que encuadran en la categoría de “cínicos”, en la clasificación de Aguayo.
Los legitimadores o “cínicos” de la gestión pública han originado organismos que representan burocracias emergentes con una carga elevada de simulación. Así es como podemos ver que para el tema de derechos humanos surgen comisiones ciudadanas, pero en San Luis Potosí tenemos a un presidente de ese organismo que es acusado por acoso sexual por la ex delegada de la PGR y además tiene uno de los seis mejores sueldos del país en su área. En el tema legitimador de transparencia tenemos a una Comisión que en 2010 gastó más del 90 por ciento de su presupuesto en sueldos con comisionados que no ven un problema en transferir el presupuesto a sus bolsillos porque resulta ser una situación heredada. O el caso electoral, donde el vergonzoso reparto de posiciones entre los partidos representados en el Congreso del Estado llevó al Tribunal electoral del Poder Judicial de la Federación a ordenar la reposición del proceso y los diputados vuelven a incurrir en componendas políticas para conformar al árbitro de la próxima elección. Las impugnaciones siguen, lo que confirma la afirmación de Aguayo:
Aquí mismo, en San Luis Potosí, contamos con otro caso cuya historia está sembrada de victorias legales y que Sergio Aguayo menciona en su libro: Minera San Xavier. A cada victoria legal en contra de la Minera le ha seguido una acción ilegal de las autoridades confabuladas con la empresa, lo que ha convertido a las pequeñas victorias en ejemplo de lo que necesitan los cínicos a los que se refiere el autor para obtener mayores beneficios personales. Recientemente el gobierno de Fernando Toranzo modificó por decreto administrativo el cambio de uso de suelo en Cerro de San Pedro para facilitar a MSX evitar el verse obligada a cerrar por una sentencia judicial. El histórico Cerro de San Pedro y la fauna protegida de esa zona prácticamente han desaparecido.
Hace falta vigilar a los partidos políticos, a sus dirigentes y legisladores que tanto daño le están haciendo al país para denunciar y corregir sus excesos. Pero esto es apenas la punta de una larga madeja de luchas que deben iniciarse. ¿Hay una opción mejor? pregunta Aguayo con toda la razón que le asiste de que no la puede haber. Y siendo así, su propuesta se convierte en el llamado a poner manos a la obra y preguntar ¿qué sigue para aprovechar el momento adecuado para crear el movimiento nacional que menciona el reconocido defensor de los derechos humanos en su libro? Es un reto abierto. Tan abierto, que así como convoca a las organizaciones de la sociedad civil a prepararse, también se vuelve una luz de alarma para los cínicos en el poder que, seguramente, ya trabajan en encontrar vacunas para contrarrestar la participación ciudadana, entre las que incluirán mecanismos para potenciar la metamorfosis alentada con la seducción del presupuesto. Si del lado ciudadano no hay activistas aferrados a principios, la sociedad seguirá pagando las consecuencias de su irresponsable pasividad.
Por EDUARDO MARTÍNEZ BENAVENTE
Julio 10, 2011
“Vuelta en U” es un texto complementario de “La Transición en México”, en el que el investigador y activista Sergio Aguayo Quesada desmenuza los movimientos sociales y políticos que más han impactado a nuestra sociedad en los últimos 100 años, así como los incidentes y resultados de las elecciones más controvertidas durante ese período para poder así explicar el funcionamiento de nuestra democracia; pero es también una obra con una buena dosis de optimismo que aporta una serie de propuestas prácticas para reactivar la democracia estancada y vapuleada. Una democracia en la que el autor no se queda nada más en el plano de lo electoral sino que abarca otros temas centrales que preocupan a la ciudadana como son la transparencia, la rendición de cuentas, la defensa de los derechos humanos, el medio ambiente, la seguridad y hasta una más justa distribución del ingreso.
Es un trabajo que revalúa la participación ciudadana en la lucha por la democracia como un instrumento con el que se puede lograr ese objetivo, y en el que el historiador anima y aconseja a todos aquellos que participan en este esfuerzo, compartiendo sus experiencias y conocimientos en la materia.
“Vuela en U” es un recuento histórico que explica cómo se han logrado los avances de esa transición, pero que advierte sobre las acciones y señales que indican que se ha comenzado a desandar el camino. El planteamiento de Sergio Aguayo resulta consistente cuando propone que son las organizaciones de la sociedad civil las que deben reactivar el proceso democrático y detonar el cambio en el país; aunque reconoce que “el mexicano común se doblega ante el poderoso y se resigna ante la injusticia”; menciona que “en 2006 un 16 por ciento participa en manifestaciones legales; lo que significó un incremento de ocho puntos frente a 1981. En 2008, la encuesta de Reforma asegura que un 17 por ciento de los mexicanos evalúa a Calderón con base en sus resultados, los demás en elementos subjetivos y triviales. En otras palabras, alrededor de 17 millones de personas incorporan criterios objetivos a sus juicios sobre la vida pública y están dispuestos a 'hacer algo'".
“Las pequeñas victorias –asegura el autor- afianzan la certidumbre de que la inconformidad sí funciona”. Desde la óptica optimista, que es la que adopta Aguayo, las expectativas están abiertas, pero si se toma en cuenta la propia caracterización que el escritor hace de los funcionarios públicos, encontraríamos que la efectividad de la participación ciudadana queda condicionada o limitada al tipo de autoridad que le toque como interlocutor.
Si la corrección del proceso de transición a la democracia pasa por reactivar la participación ciudadana y la efectividad de ésta depende del tipo de interlocutor al que se enfrenten, al obstáculo que de por sí representa la apatía de la población que, según menciona, hay un 17 por ciento dispuesta a “hacer algo”, habrá que sumar la impresión de que los puestos públicos cada vez se encuentran ocupados por una mayoría de personajes que encuadran en la categoría de “cínicos”, en la clasificación de Aguayo.
Los legitimadores o “cínicos” de la gestión pública han originado organismos que representan burocracias emergentes con una carga elevada de simulación. Así es como podemos ver que para el tema de derechos humanos surgen comisiones ciudadanas, pero en San Luis Potosí tenemos a un presidente de ese organismo que es acusado por acoso sexual por la ex delegada de la PGR y además tiene uno de los seis mejores sueldos del país en su área. En el tema legitimador de transparencia tenemos a una Comisión que en 2010 gastó más del 90 por ciento de su presupuesto en sueldos con comisionados que no ven un problema en transferir el presupuesto a sus bolsillos porque resulta ser una situación heredada. O el caso electoral, donde el vergonzoso reparto de posiciones entre los partidos representados en el Congreso del Estado llevó al Tribunal electoral del Poder Judicial de la Federación a ordenar la reposición del proceso y los diputados vuelven a incurrir en componendas políticas para conformar al árbitro de la próxima elección. Las impugnaciones siguen, lo que confirma la afirmación de Aguayo:
Aquí mismo, en San Luis Potosí, contamos con otro caso cuya historia está sembrada de victorias legales y que Sergio Aguayo menciona en su libro: Minera San Xavier. A cada victoria legal en contra de la Minera le ha seguido una acción ilegal de las autoridades confabuladas con la empresa, lo que ha convertido a las pequeñas victorias en ejemplo de lo que necesitan los cínicos a los que se refiere el autor para obtener mayores beneficios personales. Recientemente el gobierno de Fernando Toranzo modificó por decreto administrativo el cambio de uso de suelo en Cerro de San Pedro para facilitar a MSX evitar el verse obligada a cerrar por una sentencia judicial. El histórico Cerro de San Pedro y la fauna protegida de esa zona prácticamente han desaparecido.
Hace falta vigilar a los partidos políticos, a sus dirigentes y legisladores que tanto daño le están haciendo al país para denunciar y corregir sus excesos. Pero esto es apenas la punta de una larga madeja de luchas que deben iniciarse. ¿Hay una opción mejor? pregunta Aguayo con toda la razón que le asiste de que no la puede haber. Y siendo así, su propuesta se convierte en el llamado a poner manos a la obra y preguntar ¿qué sigue para aprovechar el momento adecuado para crear el movimiento nacional que menciona el reconocido defensor de los derechos humanos en su libro? Es un reto abierto. Tan abierto, que así como convoca a las organizaciones de la sociedad civil a prepararse, también se vuelve una luz de alarma para los cínicos en el poder que, seguramente, ya trabajan en encontrar vacunas para contrarrestar la participación ciudadana, entre las que incluirán mecanismos para potenciar la metamorfosis alentada con la seducción del presupuesto. Si del lado ciudadano no hay activistas aferrados a principios, la sociedad seguirá pagando las consecuencias de su irresponsable pasividad.