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Boletinazos revelan control oficial sobre la prensa
Por JUAN ANTONIO GONZÁLEZ
Enero 14, 2010.
Por JUAN ANTONIO GONZÁLEZ
Enero 14, 2010.
En el caso de los boletines Bis de los cien días de gobierno de Fernando Toranzo Fernández, no sólo quedó en evidencia la pobreza de resultados y los yerros en materia de comunicación, sino también el control oficial sobre la prensa.
A su vez, dejó al desnudo la ausencia de independencia editorial de los medios de comunicación. Una orden bastó para suspender la publicación de un boletín y una segunda orden más, fue suficiente para publicar otro.
Esa actitud cortesana de jalar para donde se les tira de la rienda, confirma que se piensa más en el interés político y el económico, que en los lectores y su derecho a informarse.
Ver a una institución pública como un cliente más y no como una fuente de información, es uno de los elementos más graves que descobijó a los medios en ese enredo mediático de los cien días de gobierno.
Importó más asegurarse la posterior publicación de dos planas de publicidad, que brindar la información en el momento en que llegó a la redacción. Importó más sostener la gracia del ejecutivo y quedar bien a sus ojos, que publicar la información.
En la prensa a menudo se expone, a manera de razonamiento, para explicar su funcionamiento, que el dueño del medio en cuestión tiene la libertad para publicar, o bien, para no publicar lo que considere conveniente. Vaya, para eso es el dueño.
De cierto modo, esa premisa aplica como el principal criterio de lo que conforma la línea editorial de un medio.
No está mal, pues el periódico visto como una empresa, tomará siempre las decisiones que más le convengan como asunto de negocio. Lo que menos le interesa a un medio es perder a un cliente y menos aun si se trata de una institución gubernametal.
Como se escribió en reportes de Proyecto Tábano, el siete de enero por la noche, desde la Coordinación de Comunicación Social de Gobierno del Estado se ordenó la cancelación de la publicación de un boletín que momentos antes se había enviado.
Sus razones políticas las tenía.
Lo que no se sabe es si a los medios les asistía razón alguna para hacer caso a la petición, a menos de que la fuente de la información haya, en pleno uso del sentido común, solicitado que se hiciera caso omiso al boletín porque se trataba de una broma, de mentiras o de datos inexactos.
Como quiera que haya sido, no deja de cuestionarse dónde queda la autonomía e independencia de criterio de los directivos de los medios, para permitir que otros, peor aún, que el poder público, les suplante en su capacidad de valoración y decisión acerca de un suceso noticioso.
El costo de una plana de publicidad política, por ejemplo en Pulso, es de 24 mil 128 pesos más IVA. El precio en otros medios es similar, incluso en los de menor tiraje y circulación.
El gobierno pagó dos páginas de publicidad en los periódicos de circulación estatal para su desplegado publicado el 13 de enero.
Si en su caso se omitió dar a conocer a los lectores el affaire del boletín de los cien días a cambio de esa publicidad, entonces se trata de un hecho ignominioso. ¿De qué sirve obtener ganancias si a los lectores no se les presenta la realidad?
Dependiendo de los matices que resultan de los estilos de cómo se dirige un medio de comunicación, la cosa pudo haber sido así:
Suena el ring-ring-ring en el periódico. Toma el auricular con cierto fastidio porque a esas alturas de la jornada empieza a hacer presión el cierre de ediciones de paginado.
¿Sí, qué pasa?, interroga con desgano mientras revisa notas insulsas con faltas de ortografía.
Hablo de Comunicación Social, para pedirles que por favor detengan la publicación del boletín, surgieron algunos contratiempos. Por favor, échenos la mano, dice una voz entre apremiada y suplicante.
¡Ah chinga, chinga, chinga!, ¿Por qué y qué pasa con el espacio apartado, son dos páginas?, se increpara para enseguida reclamar pero si ya llevo hasta llamado en la portada.
Bueno, es que faltan datos y el gobernador quiere que los potosinos estén bien informados, nosotros les avisamos luego cuando… se escucha con una voz sumisa y temblorina más próxima a un lamento.
¡Ah cómo serán pendejos! Y ahora cómo le voy a hacer, ya había planeado mi edición con más páginas y va en el editorial del periódico, refuta el director quien con un dejo autoritario reclama, a ver, ¡pásame a tu jefe!.
Está ocupado, fue con el gobernador, le responden con una sinceridad que pretende ocultar la mentirijilla.
¡Me lleva la chingada! cuando regresé dile que me marque, es que ni cómo ayudarles carajo, y cuelga el teléfono con furia dejando al interlocutor con las gracias a medio acabar.
O bien, pudo ser así:
Hablo de Comunicación Social para pedirle que no considere el boletín que enviamos,. Sí, el último del gobernador, hubo un error, lo estamos corrigiendo.
¿Qué ha ocurrido? Interroga una voz afable y hasta solidaria.
Bueno, lo que pasa es que el secretario técnico tiene más datos de los cien días del señor gobernador y bueno, vamos a completar el boletín, tal vez en los próximos días tendremos todo completo.
Bien, bien, no se preocupen, ahorita le digo al reportero de guardia que lo deje. Creo que es una buena decisión, por cierto, ¿la publicidad si se mantiene firme, verdad?
Claro, cuando el señor gobernador autorice el nuevo comunicado y el desplegado, cuente con la publicidad, van dos páginas ¿eh?. De eso no se preocupe.
Qué bien, responde el director con inocultables signos de alegría que rayan en la euforia. Tu sabes, me toca mi porcentaje ¿ahí te encargo, no? , por cierto dile a los de Finanzas que ya no me traigan a vuelta y vuelta con las facturas, ya paguen chingao!. Cuelga el teléfono y le llama a su editor y le ordena con reciedumbre de carcelero: A ver cabrón, me tengo que ir, en el espacio que teníamos en portada para la nota de los cien días, coloca cualquiera de los boletines del gober, y acomódale ahí una buena foto, ahí nos vemos.
O incluso pudo haber sido así:
¿Qué onda cabrón?
Nada, fíjate que acá las cosas están de a peso. Para eso te hablo, échame la mano, olvídate del boletín.
No jodas, nomás por eso no me he ido a la casa, lo dejé pendiente y ya van a ser las diez de la noche.
Es un pedotote, es que todavía no estaba autorizado y lo mandamos, dile a tu director que no sea gacho porque si alguien lo publica va a ser todo un desmadre.
Pero ¿qué pasó güey?
Al rato te digo, paso por ti y si se calma esto un poco nos echamos unas chelas y te digo, orita no puedo, le estamos hablando a todos para que no le hagan caso al boletín.
Pero ¿qué pendejada hicieron?
Qué te puedo decir, se nos fue y ahorita estamos pariendo chayotes.
Sale güey, no se te olvide pasar, igual y cuando te vea ya te corrieron.
No me jodas, ahí nos vemos, pero no lo vayan a publicar.
A su vez, dejó al desnudo la ausencia de independencia editorial de los medios de comunicación. Una orden bastó para suspender la publicación de un boletín y una segunda orden más, fue suficiente para publicar otro.
Esa actitud cortesana de jalar para donde se les tira de la rienda, confirma que se piensa más en el interés político y el económico, que en los lectores y su derecho a informarse.
Ver a una institución pública como un cliente más y no como una fuente de información, es uno de los elementos más graves que descobijó a los medios en ese enredo mediático de los cien días de gobierno.
Importó más asegurarse la posterior publicación de dos planas de publicidad, que brindar la información en el momento en que llegó a la redacción. Importó más sostener la gracia del ejecutivo y quedar bien a sus ojos, que publicar la información.
En la prensa a menudo se expone, a manera de razonamiento, para explicar su funcionamiento, que el dueño del medio en cuestión tiene la libertad para publicar, o bien, para no publicar lo que considere conveniente. Vaya, para eso es el dueño.
De cierto modo, esa premisa aplica como el principal criterio de lo que conforma la línea editorial de un medio.
No está mal, pues el periódico visto como una empresa, tomará siempre las decisiones que más le convengan como asunto de negocio. Lo que menos le interesa a un medio es perder a un cliente y menos aun si se trata de una institución gubernametal.
Como se escribió en reportes de Proyecto Tábano, el siete de enero por la noche, desde la Coordinación de Comunicación Social de Gobierno del Estado se ordenó la cancelación de la publicación de un boletín que momentos antes se había enviado.
Sus razones políticas las tenía.
Lo que no se sabe es si a los medios les asistía razón alguna para hacer caso a la petición, a menos de que la fuente de la información haya, en pleno uso del sentido común, solicitado que se hiciera caso omiso al boletín porque se trataba de una broma, de mentiras o de datos inexactos.
Como quiera que haya sido, no deja de cuestionarse dónde queda la autonomía e independencia de criterio de los directivos de los medios, para permitir que otros, peor aún, que el poder público, les suplante en su capacidad de valoración y decisión acerca de un suceso noticioso.
El costo de una plana de publicidad política, por ejemplo en Pulso, es de 24 mil 128 pesos más IVA. El precio en otros medios es similar, incluso en los de menor tiraje y circulación.
El gobierno pagó dos páginas de publicidad en los periódicos de circulación estatal para su desplegado publicado el 13 de enero.
Si en su caso se omitió dar a conocer a los lectores el affaire del boletín de los cien días a cambio de esa publicidad, entonces se trata de un hecho ignominioso. ¿De qué sirve obtener ganancias si a los lectores no se les presenta la realidad?
Dependiendo de los matices que resultan de los estilos de cómo se dirige un medio de comunicación, la cosa pudo haber sido así:
Suena el ring-ring-ring en el periódico. Toma el auricular con cierto fastidio porque a esas alturas de la jornada empieza a hacer presión el cierre de ediciones de paginado.
¿Sí, qué pasa?, interroga con desgano mientras revisa notas insulsas con faltas de ortografía.
Hablo de Comunicación Social, para pedirles que por favor detengan la publicación del boletín, surgieron algunos contratiempos. Por favor, échenos la mano, dice una voz entre apremiada y suplicante.
¡Ah chinga, chinga, chinga!, ¿Por qué y qué pasa con el espacio apartado, son dos páginas?, se increpara para enseguida reclamar pero si ya llevo hasta llamado en la portada.
Bueno, es que faltan datos y el gobernador quiere que los potosinos estén bien informados, nosotros les avisamos luego cuando… se escucha con una voz sumisa y temblorina más próxima a un lamento.
¡Ah cómo serán pendejos! Y ahora cómo le voy a hacer, ya había planeado mi edición con más páginas y va en el editorial del periódico, refuta el director quien con un dejo autoritario reclama, a ver, ¡pásame a tu jefe!.
Está ocupado, fue con el gobernador, le responden con una sinceridad que pretende ocultar la mentirijilla.
¡Me lleva la chingada! cuando regresé dile que me marque, es que ni cómo ayudarles carajo, y cuelga el teléfono con furia dejando al interlocutor con las gracias a medio acabar.
O bien, pudo ser así:
Hablo de Comunicación Social para pedirle que no considere el boletín que enviamos,. Sí, el último del gobernador, hubo un error, lo estamos corrigiendo.
¿Qué ha ocurrido? Interroga una voz afable y hasta solidaria.
Bueno, lo que pasa es que el secretario técnico tiene más datos de los cien días del señor gobernador y bueno, vamos a completar el boletín, tal vez en los próximos días tendremos todo completo.
Bien, bien, no se preocupen, ahorita le digo al reportero de guardia que lo deje. Creo que es una buena decisión, por cierto, ¿la publicidad si se mantiene firme, verdad?
Claro, cuando el señor gobernador autorice el nuevo comunicado y el desplegado, cuente con la publicidad, van dos páginas ¿eh?. De eso no se preocupe.
Qué bien, responde el director con inocultables signos de alegría que rayan en la euforia. Tu sabes, me toca mi porcentaje ¿ahí te encargo, no? , por cierto dile a los de Finanzas que ya no me traigan a vuelta y vuelta con las facturas, ya paguen chingao!. Cuelga el teléfono y le llama a su editor y le ordena con reciedumbre de carcelero: A ver cabrón, me tengo que ir, en el espacio que teníamos en portada para la nota de los cien días, coloca cualquiera de los boletines del gober, y acomódale ahí una buena foto, ahí nos vemos.
O incluso pudo haber sido así:
¿Qué onda cabrón?
Nada, fíjate que acá las cosas están de a peso. Para eso te hablo, échame la mano, olvídate del boletín.
No jodas, nomás por eso no me he ido a la casa, lo dejé pendiente y ya van a ser las diez de la noche.
Es un pedotote, es que todavía no estaba autorizado y lo mandamos, dile a tu director que no sea gacho porque si alguien lo publica va a ser todo un desmadre.
Pero ¿qué pasó güey?
Al rato te digo, paso por ti y si se calma esto un poco nos echamos unas chelas y te digo, orita no puedo, le estamos hablando a todos para que no le hagan caso al boletín.
Pero ¿qué pendejada hicieron?
Qué te puedo decir, se nos fue y ahorita estamos pariendo chayotes.
Sale güey, no se te olvide pasar, igual y cuando te vea ya te corrieron.
No me jodas, ahí nos vemos, pero no lo vayan a publicar.